1: Un error de los grandes.

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Me siento renovado, dos años exactos y ninguna pelea, es decir, ninguna pelea que nazca de la nada debido a mi temperamento. Mi prima, katherine, desde hace algunos años encontró la forma de "tranquilizarme" con peleas clandestinas y a eso hay que sumarle todas las pastillas que tomo. El TEI puede cambiarte la vida, o puede simplemente ser algo con lo que ni siquiera tienes que lidiar. Hay quienes pueden decir que padecerlo no significa nada, que te despiertas todos los días y sigues con tu vida como si nada la estuviera afectando y, están en lo cierto, hay quienes tienen la suerte de no sufrir cambios bruscos en su forma de vivir, de actuar. Y sobre todo en el momento de reaccionar. No es mi caso, ahora que recién termino la universidad estoy bien, pero hubo un tiempo en mi adolescencia que creía que nunca tomaría el control de mi vida.

Todo empezó cuando estaba en la escuela y le quebré la nariz a uno de mis compañeros. Fue accidental, lo empujé con demasiada fuerza y su rostro pegó contra el pavimento, lo que provocó la fractura. Pero, yo lo empujé y en lugar de llenarme de nervios como lo haría cualquier niño de esa edad, sentí una descarga eléctrica en todo mi cuerpo. Como si el desahogo me hubiera dado paz en vez de arrepentimiento. Nunca pensé que todo empeoraría desde ese día. Después las señales siguieron apareciendo, las ganas de golpear a alguien cada vez que me contradecían eran inmensas, mis padres me habían cambiado de escuela en un par de ocasiones y para mi cumpleaños número quince me lastimé a mí mismo, golpeando la pared una y otra vez hasta quitarme esa necesidad de desahogo.

Sólo tenía quince años cuando escuché aquellas tres palabras que cambiarían mi vida: Trastorno explosivo intermitente. Al principio quise creerle a aquel doctor, quien dijo que no se trataba de algo grave y que se podía manejar con terapia y medicamentos. Yo no me asusté y pensé que lo superaría, pensaba que era como tener resfrío; que me curaría eventualmente. Mis padres, por otro lado, se aterrorizaron. Decidieron que estaría mejor estudiando desde casa y debido a su agenda de compromisos por ser quienes somos, no podían estar mucho tiempo conmigo y de pronto entendí que, en realidad, temían que hiciera una locura y esa era la razón por la cual dejé de asistir a sus eventos.

Tenía quince años y me sentía como un pequeño monstruo encerrado en una jaula de oro, y el sentimiento empeoró porque en mis tiempos libres, que eran muchos, debido a mi falta total de amigos y familia que quisiera al menos estar conmigo más de diez minutos, navegaba en internet y buscaba información sobre lo que me pasaba. La mayoría de las personas que encontraba en esos sitios web, decían que el TEI no era nada por lo cual preocuparse, incluso muchos decían que vivían como cualquier otro ser humano y yo... yo estaba encerrado en mi pequeña burbuja.

Los White-Jadra teníamos que dar una impresión impecable, mamá siempre lo decía, y se tomaba tan en serio aquellas palabras que a mi hermana pequeña le estaba arruinando su adolescencia metiéndola en clases de modales y de música, las cuales odiaba. Siempre he tratado de que mamá entienda que a Alicia no le agrada ir a sus clases, pero Samantha Jadra nunca entra en razón.

La cuestión es que, de no ser por katherine seguramente me hubiera hundido en la depresión. Fue ella quien se tomó con gracia mi padecimiento y me obligó a gritar como un desquiciado desde la parte más alta de la ciudad casi a diario, a practicar boxeo los lunes, miércoles y viernes y es de esa forma que terminé involucrado en las peleas clandestinas. Sabía que era una locura, que si alguien me reconocía mamá y papá morirían de la vergüenza, pero, era lo único que me daba la estabilidad que tanto añoraba, desahogarme de esa forma me quitaba mucho peso de encima. No tenía idea de cómo lo llevaban otras personas, y por otras personas me refiero a los que, si creían que el TEI era realmente una enfermedad, porque mis padres me tenían prohibido decirle al mundo algo sobre mí padecimiento y también me prohibían tener relación con personas así, porque según ellos, eso sólo empeoraría mi estado.

Las confesiones de Adam. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora