Cuando la veo caminar de un lado a otro por nuestro pequeño apartamento me gusta cerrar los ojos, dejarlos así un tiempo y abrirlos de pronto, sólo para corroborar que no me he vuelto loco y que ella realmente está compartiendo nuevamente su vida conmigo, que una vez más estamos en la misma dirección.
Resumir todo lo que ha pasado entre Maya y yo desde que nos volvimos a encontrar podría ser demasiado tardado, narrar con detalles la furia, el enojo, el dolor, la tristeza y sobre todo el arrepentimiento que se formó en mi interior al descubrir que nunca se acostó con Tyler y que nunca me fue infiel, me tomaría toda la vida; sí, toda la vida porque jamás podré comprender cómo pude ser tan ciego, cómo pude tratarla de aquella manera amándola de la forma en la que lo hacía y que aún lo hago.
Recuperarla no fue tarea fácil y honestamente creo que, de no haberme accidentado, ella hubiera tardado muchísimo más tiempo en bajar la barrera que había interpuesto entre nosotros; barrera que no le reprochaba pues me lo había ganado a pulso. Dicho accidente había sido provocado y eso me tiene un tanto preocupado, pero, con todo el torbellino de discusiones, Jennifer, Evan y la sorpresiva aparición del padre de Maya, lo he dejado en segundo plano.
Las cosas con Maya no son del todo sencillas, últimamente discutimos hasta por la forma en la que el otro respira y eso me está volviendo loco, lo único que deseo es hacerla feliz, cuidarla, protegerla, evitar que cualquier hijo de puta, hombre o mujer, la lastime y ella se empeña en retarme, me oculta cada cosa y esa ingenuidad que tanto amo la hace confiar en quien no debería, sin embargo, no voy a decir que toda la culpa es de ella. Yo soy un tipo difícil, y es que nunca dejaré de serlo, el hecho de tenerla nuevamente en mi vida me hace completamente feliz, aunque eso no quiere decir que todas las malditas inseguridades se hayan marchado para siempre, me aterra perderla, de verdad.
En fin, hemos tenido unos cuantos días de paz, ya no tengo golpe alguno en mi cuerpo como producto de mi accidente y mañana por la mañana me quitarán finalmente la férula, mi pie, al igual que mi pierna están totalmente bien, incluso camino apoyando la férula porque ya no siento ningún tipo de dolor, sólo uso las muletas porque es algo incómodo caminar con la férula todo el tiempo. Maya me regaña cada cinco minutos.
—¿En qué piensas tanto? —su dulce voz me regresa a mi realidad, una hermosa realidad siendo honesto desde que ella está conmigo.
—En todo lo que ha pasado desde que volvimos.
—Es cansado, ¿no? Todas esas discusiones —responde acercándose a mí y tirándose en el sillón.
—Lo es, pero oye, tenemos varios días en paz...
—Y quisiera mantenernos así —agrega enseguida.
—Tú no discutes siempre y cuando visite esto —le digo bromeando poniendo mi mano sobre su parte más íntima. Ella da un respingo y me tira en la cara un cojín.
—Adam... —me reprende con una enorme sonrisa en su cara, tiene el cabello recogido en ese acostumbrado moño en la parte más alta de su cabeza, usualmente se lo recoge de esa forma cuando hace la limpieza, porque sí, Maya tiene un día designado a la limpieza y me obliga a ayudarla desde que le mostré que podía caminar bien, aunque no es realmente una obligación, lo hago con mucho gusto, cualquier actividad que sea compartida con ella me parece de maravilla.
—¿No tengo razón? Desde que me dejaron de doler las costillas y desaparecieron todos mis golpes y te he vuelto a hacer el amor como solíamos hacerlo antes, estás muy risueña, ya no discutes ni siquiera te pones rebelde —contesto muy serio porque es la pura verdad.
—Lo dices como si golpeado y recién salido del hospital no me lo hubieras hecho a tu antojo. —Una risita nerviosa sale de su boca y sus mejillas se tornan un poco rosadas.
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Las confesiones de Adam.
Teen FictionEscenas extras de ¿Cómo estar sin ti? Y ¿Cómo volver a ti?