6: Celos descontrolados.

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Hoy estoy increíblemente nervioso y no por las razones que quisiera estarlo. Miranda ha aparecido, después de tres largos años, después de herirme como lo había hecho mi familia. Sabía que las probabilidades de volverla a ver eran inmensas desde que mis padres también decidieron hacer su reaparición triunfal en mi vida. ¡Mierda!

No estoy nervioso porque algo haya cambiado en mi interior, tampoco por verla y mucho menos porque esté dudando entre ella y Maya, está claro que justo ahora soy el tipo más enamorado de todo el jodido planeta y no hay otra dueña de mi amor que no sea Maya Green, mi hermoso y perfecto hobbit. No quise demostrarle la impresión que sentí cuando me ha dicho que Miranda ha estado en nuestra casa y mucho menos le he confesado que la sola idea de que se conocieran es una pesadilla para mí.

Yo había lastimado físicamente a Miranda en mi pasado, a veces trato de justificarme, diciéndome a mí mismo que estaba en medio de una crisis, que no fui el culpable, pero fui yo quien la empujó no una, sino dos veces, no me importó ver toda esa sangre en sus brazos, estaba descontrolado y ahora que recién había pasado lo de Bob y había empujado a Maya sin poder impedirlo, lo último que quiero es que se entere de la parte de mi pasado que le he ocultado, esa en la que fui agresivo con la chica que supuestamente quería y que no sólo envié al hospital a aquel hombre que mató a mi hermana, lo había matado y mentirle a Maya me estaba iniciando a preocupar. Sé muy bien que mis padres no dirían nada frente a ella, por otro lado, Miranda, la creía capaz de todo.

Así que sí, estoy nervioso porque sé perfectamente que, si ha venido hasta San Francisco a buscarme, la miraré en la empresa, hoy es mi primer día incorporándome a la vida normal. Estoy vestido de traje y corbata y me siento completamente ridículo, cumpliría con mi parte del trato que hice con mis padres y no quiero hacer esto, no me siento listo, no me siento capaz, por más que Maya piense que sí, no lo estoy y lo único que quiero es alejarla de mi antigua vida porque si se entera de todo la perderé, sé que la perderé y si la pierdo no sé qué podría ser de mí. Sé lo exagerado que suena, pero es así.

Termino de ponerme el reloj y giro hacia ella, sigue dormida, tiene las sábanas hasta la cintura y desde la posición en la que está, sus pechos están a nada de salir de su diminuto pijama. Suspiro abatido, ¡demonios!, si solo verla me ponía duro, verle mi parte favorita de su cuerpo hacía que mi miembro me doliera. De verdad, nadie, absolutamente nadie volvería a tocar a Maya, me importa una mierda si soy el más ridículo del mundo por pensar en el futuro tan pronto, pero yo no pienso dar marcha atrás. ¡Joder no! La sola idea de que otro le ponga un puto dedo encima me enferma, y sí, soy un celoso de mierda, y me importa poco, es mía.

La alarma de su teléfono suena y poco a poco abre sus bonitos ojos verdes, me observa con detenimiento y sé lo mucho que la afecto y no voy a negarlo, me gusta demasiado mirarla afectada, me recuerda que, sólo se pone así por mí, por nadie más. No puedo evitar sonreír, me olvido de que ya estoy vestido y me le tiro prácticamente encima y la beso.

—Perdóname por lo de ayer, estaba un poco estresado —me disculpo. Ayer nos habíamos dormido molestos. No se quita el dichoso brazalete que, según ella, le ha obsequiado Becca.

Ayer invité a Becca y a José a cenar con nosotros porque sabía lo triste que estaba Maya por la lejanía de sus hermanos. Aproveché que estaban juntas y pregunté por las putas iniciales que tienen los colgantes, estaba casi seguro de que esa pulsera no había sido obsequio de Becca, sin embargo, Becca dijo que era una broma privada, sí claro. Al quedarnos solos lo pregunté de una vez, necesitaba oír a Maya negarlo, necesitaba como un enfermo escucharla decir que no se la había dado Tyler y lo hizo, me aseguró que no y he decidido creerle, no porque lo crea en realidad, sino porque no deseo darle más problemas, está pasando por tanto que estoy haciendo un esfuerzo por no celarla hasta con las piedras.

Las confesiones de Adam. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora