14: Mi ángel.

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Maya está mucho mejor, aunque no recuperada del todo. Estos últimos días hemos mantenido una discusión que muere por las noches y resucita por las mañanas. Por alguna razón no quiere hablar mucho acerca de nuestra boda y por extraño que parezca soy yo quien está sumamente emocionado, hasta el punto de querer casarse ahora mismo o poder convencerla de usar un anillo, ninguna de las dos opciones es sencilla.

Sé que en parte es mi gigantesca necesidad de que el mundo entero sepa que es mía, también sé que otra gran parte es porque mis celos no colaboran, y tengo la loca idea de que cuando sea mi esposa, "la señora mini-White", a pesar de su juventud, no tendré que lidiar con demasiados pretendientes o eso me gusta creer para no iniciar con mis rabietas desde ahora. Maya volverá a la universidad y quiero que lo haga siendo mi esposa. Pero, la mayor razón para querer casarme se resume en el amor que le tengo, deseo que estemos unidos por todos los medios, legales y emocionales, pasar una vida entera a su lado es todo lo que quiero, tenerla conmigo por siempre es el motivo de todo lo que hago, todo lo que pienso, y todo lo que digo. Ella lo es todo y eso el mundo lo sabe.

La miro moverse un poco en su cama, ya está despertando. Normalmente vengo al hospital mucho tiempo antes de que ella despierte, me gusta verla dormir... la verdad es que quisiera pasar pegado a ella las veinticuatro horas del día, pero eso es poco sano, así que hago muchos esfuerzos para darle espacio, aunque ahora mismo no sea el caso. Abre sus bonitos ojos y le sonrío. Me pongo de pie y llego hasta ella.

—Buenos días, hobbit. —Le doy un beso en la frente.

—Siempre vienes muy temprano.

—Me gusta verte dormir. —Le digo, aunque también quiero agregar que me gusta venir temprano para asegurarme de que ningún enfermero se quiera pasar de listo. No lo hago, no se lo digo, porque empezará con su discurso sobre la exageración de mis cuidados.

—¿No te bastaron dos años? Me mirabas dormir todos los días —suelta en un intento de broma, no puedo evitar molestarme un poco. Verla dormir dos años seguidos, sin respuesta alguna, sin esperanza de recuperación ha sido lo más difícil que he tenido que enfrentar.

—No hagas bromas con eso, no fueron días felices, Maya —la regaño.

—Lo siento —susurra y se hace a un lado para darme espacio y de inmediato me acuesto a su lado. Con algo de lentitud pone su rostro en mi pecho.

—¿Tienes una idea de lo mucho que extraño dormir contigo?

He querido dormir con ella en el hospital, y ella ha insistido en que es una locura. A veces se le olvida que soy más locura que persona. Me ha negado ese privilegio y sigo durmiendo solo, en mi cama helada, sin su presencia, sin su calidez y eso me está volviendo más loco de lo que ya estoy.

—Sólo serán unas semanas más —me contesta, como si no fuera la gran cosa. ¡Estoy desesperado!

—¿Por qué no me has dejado quedarme aquí? —La misma pregunta de todos los días sale de mi boca.

—Porque es un capricho y cuando menos lo esperes, estaremos viviendo juntos nuevamente.

La idea de vivir juntos lo más pronto posible me relaja a niveles increíbles, saber que falta muy poco para tenerla únicamente para mí. Ya sé que debo compartirla con el mundo, la verdad es que sé bien que tengo problemas con lo de "compartirla".

—No eres un capricho para mí, Maya. —Acaricio su cabello y deposito muchos besos en su terca cabeza.

—Ya lo sé, no me refería a eso.

Bien, si sabe que no es un capricho para mí, es el momento de hacer otra pregunta que hago casi a diario.

—Entonces, ¿por qué no has querido escoger una fecha?

Las confesiones de Adam. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora