Prólogo

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- Mi señor...

Voldemort, al escuchar a su fiel seguidora llamarle, no se gira. Estaba disfrutando demasiado mirando a través de un enorme ventanal la tormenta que se acercaba. Le gustaba pensar que esas nubes negras y tronadoras eran una metáfora de su propia persona. Él era una tormenta, negra y oscura, que acechaba al mundo mágico y que iba a arrasar con todo a su paso para erigir un nuevo orden.

A pesar de ser el mago más poderoso de todos los tiempos desde la muerte de Albus Dumbledore a manos de su más leal mortífago, había ocasiones, como aquella, en la que el Lord se sentía vacío. A pesar de ser casi invencible, un ser inmortal, le faltaba algo...¿Diversión?

Antes disfrutaba con las más finas torturas, quebrando a sus enemigos, viendo el mundo arder bajo su magia, sintiendo el temblor que producía su sola presencia ante cada mago o bruja.

Ahora nada de eso le producía...placer.

Ahora todo era un simple vacío.

Sus ideales seguían impulsándole a la vez que su ansia de poder pero aún así...¿Qué haría cuando gobernase el mundo mágico, el mundo muggle y destrozase todos los enclaves rebeldes? Gobernar no sería nada, su inmortalidad no sería nada si no tuviese esos detalles, ese disfrute.

Lanzando un suspiro al aire, el Lord se gira hacia Bellatrix, que aún continuaba asomada a su despacho tras la inmensa puerta de roble. Con un simple gesto, el Lord le da paso a su fiel mortífaga. La mujer agacha levemente la cabeza de forma respetuosa y pasa al interior de la sala.

Voldemort pierde rápidamente el interés en la mujer y mira a su alrededor. Su despacho también era como siempre lo había soñado. Una sala rectangular con un escritorio frente a una cristalera con vistas a los terrenos de la mansión Riddle, una chimenea y altas estanterías con infinidad de libros. Y aún así le faltaba algo.

- Mi señor, han llegado los nuevos esclavos... - Bellatrix sonríe a su Lord con adoración - Estar aquí encerrado le hace mal, venga a divertirse.

La tormenta truena tras la figura de Voldemort, que se mantenía recta y firme frente a la cristalera.

- ¿Esclavoss? No recuerdo haber ordenado la captura de rebeldesss - sisea el hombre con voz grave y monstruosa. Sus ojos, rojos como dos rubíes, taladran a su súbdita produciendo un ligero temblor en la mujer.

- Son trabajadores del Ministerio, espías de la Orden y de Dumbledore - Voldemort gruñe al escuchar el nombre del antiguo director de Hogwarts. Debía buscar un nuevo director digno de su confianza para llevar el colegio ese nuevo año que se avecinaba. - Rookwood pensó que...

- ¡No me importa lo que penssó Rookwood! - exclama el hombre golpeando la mesa frente a él a la vez que un rayo partía el cielo en dos y las primeras gotas caían del cielo ennegrecido.

- Sí...Lo lamento mi señor...No volverá a ocurrir.

Insubordinación. Cada vez se daba más entre sus filas. Sus mortífagos y seguidores se estaban confiando con el transcurso de la guerra. Cada vez más magos se unían a sus filas en busca del bando ganador, favores o una buena vida tras su clara victoria. Al parecer ahora todos sabían lo que él pensaba, lo que él deseaba...y eso hacía bullir su ira.

- Hay algo más que me gustaría añadir, mi señor...si me lo permite - pide con voz temblorosa la mujer sin apartar la vista del suelo y Voldemort se sienta frente a su escritorio mirando a Bellatrix.

- Habla.

Le gustaba que los demás se arrodillasen ante él, apartasen la mirada con miedo ante su figura, perdiesen la dignidad...Y también le gustaba que le retasen. De entre sus filas todos eran cobardes que le temían excepto uno. Severus Snape. Había tratado infinidad de métodos para romper a su mano derecha pero con ninguno lo había conseguido. Él siempre elevaba la mirada. Él siempre mantenía la barbilla alzada. Él nunca había gritado. Él nunca había suplicado...Y había probado ser el más frío, el más letal, el más fiel...El mejor de sus seguidores.

- No es usted últimamente mi señor - los ojos del Lord vuelven a taladrarla y Bellatrix se apresura a explicarse - To...todos le vemos aquí encerrado...Ya casi no hay reuniones, ya no baja a torturar a los prisioneros...Solo...Estoy preocupada por usted mi señor.

- Tu preocupación ess innecesaria y desspreciada - sisea el hombre de forma cruel y la mortífaga frunce el ceño - Dime Bellatrix ¿Qué ocurrirá cuando gane la guerra y ssea el gobernador del mundo? ¿Cómo haré temblar a miss enemigoss? La muerte ess algo rápido, efímero...

- Usted siempre ha sido el mayor experto a la hora de torturar mi señor - le alaba Bellatrix con adoración - No solo rompéis sus cuerpos, rompéis sus mentes y...

Voldemort deja de prestar atención al discurso de su mortífaga. Sí. Él rompía mentes. Les daba esperanzas que luego destrozaba, creaba ilusiones crueles que iban matando poco a poco...

El sonido de unos golpes contra la puerta hacen que Bellatrix deje de hablar.

- Adelante - da luz verde el propio Voldemort y Yaxley, otro mortífago del círculo interno, pasa al interior.

- Mi se... Veo que no estáis solo.

- ¿Qué quieress Yaxley? No me hagass perder el tiempo - reclama el hombre introduciendo un leve tono de amenaza en cada una de sus palabras.

- No osaría mi Lord - la voz le tiembla un poco pero prosigue hablando - la...la misión de atrapar a Harry Potter y sus amigos tras la caída del Ministerio ha fracasado. - los ojos de Voldemort llamean pero el mortífago se obliga a continuar - El Ministro les avisó con un patronus antes de morir y la sangre sucia los desapareció...

- Crucio

Yaxley cae al suelo de rodillas con un golpe seco y sus gritos no tardan en rebotar por toda la habitación. Al ver a su compañero siendo torturado, Bellatrix se encoge inconscientemente. Las maldiciones de su señor no eran algo para tomar a la ligera.

- Hay vecess en lass que me pregunto cómo puede exisstir tanta incompetencia entre miss filass - se queja de forma pausada Voldemort y corta la maldición para disfrutar del rugido de la tormenta que ya había llegado hasta ellos. Ignorando los quejidos de Yaxley, Voldemort se levanta y se gira para mirar a través del ventanal con las manos tras la espalda - ¿Tan difícil ess dar caza a un adolesscente y a suss amigoss?

- Lo lamento mi señor, no volverá a...a suceder 

- Esso esspero - Voldemort analiza entonces sus palabras. Sus amigos. No comprendía el sentimiento que llevaban a la sangre sucia y al traidor de sangre a permanecer junto a un chico que iba a morir, A compartir el destino de la muerte. Era algo que no estaba preparado para sentir, que era incapaz de sentir. 

Pero comprendía el poder que tenía. Había matado niños frente a sus madres. Había visto la furia y el dolor en los ojos de todas las mujeres. También había matado a hombres y mujeres que decían estar enamorados. El fuego con el que habían ardido sus ojos al ver a su amor caído no había tenido precio, así como el grito de dolor, incomparable a cualquier crucio. La amistad y el amor. Su mente, imaginativa y cruel, comienza a mover sus engranajes.

- Cuando gane la guerra - habla para sí mismo, sin tener en cuenta a los mortífagos que aún permanecían en la sala - crearé un homenaje. Miss sseguidoress cada vez sson máss inssubordinadoss, necesitan...diverssión. Algo real, que desstroce, una muerte insstantánea no lleva a ningún ssitio.

Su mano se posa en el cristal frente a él, que se empieza a congelar ante sus terribles pensamientos. El Lord cierra los ojos para escuchar mejor el siseo del viento, el estallar de los truenos, el fiero golpe de cada gota contra el cristal...la destrucción de la tormenta.

- Habrá rebeldess y traidoress, hombress y mujeress, que no merecerán la clemencia de una muerte limpia y sserán elegidoss - tanto Bellatrix como Yaxley se miran entre ellos temerosos de interrumpir - Loss encerraré en una arena, un campo de minass.... y ssolo uno podrá ssobrevivir. Aquel que ssaque a relucir ssuss demonioss - el Lord sonríe abriendo los ojos y alejando sus manos del cristal - El que mate a ssuss amigoss, el máss fuerte... - Voldemort se gira y el fuerte viento apaga la chimenea - Sserá el ganador y vivirá bajo la culpa que le producirá ssu conciencia.

Bellatrix no aparta la vista de los ojos de su señor, inteligentes, astutos, centelleantes... y comienza a reír ante la grandeza del hombre del que estaba perdida y absolutamente enamorada.


Los juegos del Lord [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora