Dos momentos habían marcado su vida. Él no había creído que realmente dos sucesos bastarían para delinear la vida de una persona, pero así había sido en su caso. Dos... solo dos. Intensas emociones, como si un rayo lo hubiera atravesado, él las sintió. Las dos ocasiones tuvieron un gran impacto, aunque no supo cuánto lo había cambiado el primer momento hasta que llegó el segundo. Y todo terminó.
Dante Sforza se enamoró un día de otoño, cuando un fuerte viento arrastraba las hojas que los árboles iban perdiendo. Ella estaba a un lado del camino que él recorría y no la habría visto si no fuera porque, en ese momento, ella rió. Una risa llena de alegría y despreocupación. Nadie, nunca había tenido una risa tan maravillosa como la de Paola. Abrigó su corazón, como un soplo de vida y sonrió sin notarlo. Ahí, en ese momento, supo que era ella. La que sería para él. Su destino.
Y, cuando todo había parecido perfecto (tras un largo camino de complicaciones y rechazo), cuando creyó que la felicidad no podría ser más grande... acabó. Aquel segundo y fulminante momento, en que tomó la mano inerte de Paola mientras yacía en la cama del hospital. No había risa, solo un sofocante vacío en medio de sus silenciosas lágrimas. El cual fue roto por un llanto. El de su hijo. Paola había muerto dando a luz a su hijo.
Todo había terminado. Ahí, en ese instante, ya no quedó nada de él. Paola había muerto y con ella se había llevado su vida.
***
Fernanda clavó sus ojos verdes en él y suspiró exasperada. Su actitud era infantil y empezaba a perder la paciencia con frecuencia, cada vez más rápido.
–¿Y ahora qué? –inquirió Donato con tono ofendido.
–No he dicho una palabra –se encogió de hombros.
–No es necesario. Estás aburrida.
–No.
–Sí.
–No.
–Fernanda...
–Está bien, quizás un poco –admitió a regañadientes. Odiaba que alguien pudiera ver más allá de ella–. No es mi culpa.
–¿Es mía, entonces?
–No. Solo... –se mordió el labio con indecisión– creo que no es esto.
–¿No es esto?
–Lo que quiero –explicó abarcando con sus manos la distancia entre ellos–. No lo es.
–¿Entonces qué es lo que quieres? –gruñó.
–No lo sé...
–¡Debes estar bromeando! –Donato se incorporó resoplando–. Me voy. Búscame cuando te enteres qué es.
Fernanda cerró la boca rápidamente, pues en un reflejo pensaba llamarlo. No. No debía hacerlo. Lo que tenían, no era lo que quería. Solo... no. No se sentía bien. Ella no tenía ni idea de cómo sería lo que quería pero no era esto que había tenido con Donato. Ni con Gianfranco. Ni con Marco.
–Yo lo sabré –musitó suspirando– sé que lo sabré cuando lo encuentre.
Se levantó y caminó lentamente, contando cada paso que daba para distraerse. ¿Había hecho lo correcto? Donato era un buen chico. Los anteriores también lo habían sido. ¿Y si la que estaba mal era ella?
–¿Dónde estás? ¿Por qué tardas tanto? –inquirió al cielo y sonrió. Si continuaba así, su estado mental estaba en serio peligro.
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Escucha a tu corazón (Sforza #3)
RomanceLa pérdida del amor había convencido a Dante Sforza que su vida no tenía el menor sentido. Aquello de que era mejor amar y haber perdido, que nunca haber amado, debía ser una clase de retorcida broma. Tenía que serlo. Quien lo había dicho, no había...