Decir que la última persona a la que esperaba encontrar tomando té con Stella era a Dante Sforza, sería una tontería. ¿Por qué no sería lógico que acudiera cuando Connor, su hijo, estaba ahí? Además, Stella era su cuñada por tanto era predecible. Pero de cualquier manera se sintió sorprendida. Desconcertada. Inquieta bajo su despótica mirada.
¿Por qué la odiaba? Está bien, él había ofrecido sus disculpas y ella le había impuesto una condición para disculparlo. Nada extravagante. ¡Ni siquiera lo había incluido en la subasta de solteros! ¿Cuál era su problema entonces?
–Conn –musitó estrechando al pequeño hijo de Dante entre sus brazos. Eso solo logró que el ceño de Dante se acentuara más–. ¿Pintabas?
–Sí –asintió entusiasmado Connor–. ¿Quieres ver?
–Connor –la voz cortante de Dante detuvo su desbordado entusiasmo. Fue casi como si una luz se apagara en el rostro de Connor. Eso hizo que Fernanda quisiera golpear, aún más, a Dante Sforza–. Nos vamos.
–¿Nos vamos? –preguntó Connor confuso.
–Sí. A casa. Ahora –se incorporó y miró a Stella–. Si me disculpas.
–Claro, pero... –empezó a protestar Stella, sin embargo Dante no esperó lo que tuviera que decir. Tomó la mano de Connor y salió rápidamente–. Oh, qué raro.
–¿Raro? –Fernanda inquirió incrédula–. Te lo dije. ¿Lo viste? ¡Ese es Dante Sforza! Insoportable, déspota, maleducado...
–No, no realmente. Por eso es raro. Desconcertante –negó lentamente–. Él jamás se ha comportado así antes.
–¿No? Conmigo lo tiene por costumbre, entonces –Fernanda suspiró–. Disculpa haber interrumpido así pero no pensé que tendrías compañía.
–No hay problema, Fer. Tú siempre eres bienvenida –contestó distraída.
–No le des más vueltas, Stella. Me odia. Lo odio. Eso es todo.
–¿De verdad? ¿Tú lo crees?
–¡Uf! ¿Tú no? ¿Estás ciega?
–Creo que lo inquietas. Haces que se cuestione... eso lo aterra.
–¿Yo? ¿Aterro a un Sforza? ¡Ja!
–Sí, creo que lo haces –la mirada de Stella tenía un brillo que Fernanda encontró inquietante–. ¡Oh, Fernanda, qué maravilloso!
–Sí... Espera, ¿qué? –clavó sus ojos aturdidos en ella–. ¿Maravilloso?
–Sí. Tú y Dante. No lo habría pensado pero... ¡qué maravilloso!
–¿Dante y yo? ¿Has perdido la razón? –soltó una risita nerviosa–. De verdad, Stella, sé que estás enamorada pero eso no es justificación para ver romance en todas partes. Mucho más en este caso, en que es absurdo. Más, es imposible.
–¿Imposible? –frunció la nariz– ¿por qué?
–¿Por qué? –abrió la boca y la cerró. Varias veces–. Yo nunca... Dante en absoluto... bien, solo no. Él y yo no sucederá jamás.
–Eso suena como una famosa última y condenadora frase, ¿no?
–No seas absurda, Stella. No sucederá. ¿Entendido?
–Pero...
–No. Y deja de hacerte esas ideas. Y, por lo que más quieras, no las compartas con nadie. Él me odia lo suficiente ya, no es necesario que agregues más leña al fuego.
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Escucha a tu corazón (Sforza #3)
Storie d'amoreLa pérdida del amor había convencido a Dante Sforza que su vida no tenía el menor sentido. Aquello de que era mejor amar y haber perdido, que nunca haber amado, debía ser una clase de retorcida broma. Tenía que serlo. Quien lo había dicho, no había...