Fin del Tercer Año

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Severus estaba a unos metros de la entrada al castillo cuando vio que parado en la entrada estaba Albus Dumbledore junto con el Ministro de Magia, Cornelius Fudge. Tanto el director como el ministro se sorprendieron de ver al oscuro profesor llegar con Rini, desmayada en sus brazos, y a Harry, Black y Xóchitl desmayados en diferentes camillas.

-¡Por las barbas de Merlín! -exclamó el Ministro, mientras él y el director se acercaban a Severus-. ¿Qué ha pasado aquí? Vimos llegar a uno de los hijos de Arthur Weasley en una camilla con una pierna en muy mal estado y junto a él una chica que parecía que estaba sumamente asustada.

-Estos chicos y esa loba extraña estaban con Sirius Black -explicó Severus

-¿Cómo?

-Primero deberíamos de llevar a Harry y a Alejandra a la enfermería. Hagrid podría encargarse de la brije -opinó Dumbledore

-¿Brije? ¿Qué es eso?

-Es esa loba que viene con ellos, Cornelius. Es una criatura originaria de México, igual que la chica. Aunque creo que no es momento de hablar sobre eso.

Los tres hombres se adentraron al castillo, en el camino vieron a Hagrid y le pidieron que revisara a Xóchitl y cuando estuviera bien la llevara a la enfermería. El guardabosques se llevó a la loba y los otros siguieron su camino hacia la enfermería, y también en el camino se encontraron con la profesora McGonagall y el profesor Flitwick.

-¡Por todos los cielos! ¿Qué esta pasando aquí? -exclamó McGonagall

Pudo reconocer a las personas que estaban en las camillas y a quien Severus llevaba en sus brazos. Severus les dijo de manera corta lo que había pasado.

-Será mejor que encerremos a Black en un lugar donde no pueda escaparse con facilidad

-Podrían dejarlo en mi despacho -se ofreció Flitwick-. Esta mas cerca y puedo encantar las puertas y ventanas para que no pueda escapar.

-¡Maravilloso! Gracias, Filius -dijo Fudge-. Nosotros llevaremos a Black al despacho, ustedes lleven a Harry y a su amiga a la enfermería -con un movimiento de varita hizo que la camilla donde estaba Sirius los siguiera.

Y en cuanto se perdió de vista, McGonagall exclamó, indignada:

-¿Cómo se atreve a darnos ordenes, estando en Hogwarts?

-Ya, tranquila Minerva. Será mejor que veas que ya no haya más estudiantes fuera de sus dormitorios. Severus, vamos a llevarlos a la enfermería.

El profesor asintió y siguió con su camino. Dumbledore no pudo reprimir una sonrisa al ver al oscuro profesor con la castañita en sus brazos.

-¿Por qué sonríes, Albus?

-Oh, por nada. Será mejor que hagamos lo que teníamos pendiente

McGonagall se retiró todavía confundida por la expresión de director.

Severus de vez en cuando miraba a Rini, tenía una expresión relajada pero también tenía en su rostro algunas heridas y todavía le dolía ver el golpe que le había dado en la cara. Comenzó a inclinarse un poco para volverle a besar la mejilla cuando una voz por detrás lo detuvo.

-¿Qué haces, Severus?

El profesor se separó bruscamente y se ruborizó un poco.

-No... nada...

-A mi me pareció que le ibas a dar un beso en la mejilla a la Señorita Macías

-¿Qué? ¡Estás loco! ¡Por supuesto que no! -Severus se pusó un poco más rojo

La Serpiente se enamoró de la LeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora