La Torre alcanzada por el rayo

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La relación de Harry con Ginny ya se había expandido por toda la escuela y por una vez en la vida, a Harry le alegraba que la escuela hablará algo que en verdad le importaba. Aunque solamente ellos, Ron y Hermione estaban de buen humor, Alex seguía aún deprimida quien sabe porque.

Al día siguiente del partido, Severus y Alex lograron hablar sobre el libro del Príncipe Mestizo y el pocionista le hizo prometer que no le diría a nadie sobre quién era el dichoso Príncipe. Aunque eso sería imposible, puesto que los chicos continuaban hablando del Príncipe aún a sabiendas de los problemas que generó a Harry. Y hablando del chico...

Harry estaba sentado junto a una ventana en la sala común (se suponía que terminando sus deberes de Herbología, pero en realidad rememorando un rato particularmente feliz que había pasado con Ginny en el lago a la hora de comer), Hermione se sentó entre él y Ron con una expresión de determinación que no auguraba nada bueno. Alex estaba recostada en el sillón, cerca de sus amigos con la mirada pérdida en el techo y las manos detrás de la cabeza, ya había terminado con sus deberes y había logrado evitar que los chicos la convencieran  de que los "ayudara" con los suyos.

—Tenemos que hablar, Harry. —dijo Hermione

—¿De qué? —preguntó él con recelo.

—Del presunto Príncipe Mestizo.

—¿Otra vez? —gruñó—. ¿Quieres hacer el favor de olvidarte de ese tema?

Harry no se había atrevido a volver a la Sala de los Menesteres para recuperar el libro, y por ese motivo ya no obtenía tan buenos resultados en Pociones (aunque Slughorn, que sentía simpatía por Ginny, lo atribuía a su enamoramiento). Pero el muchacho estaba convencido de que Snape todavía no había renunciado a echarle el guante al libro del Príncipe, y por eso prefería dejarlo escondido mientras el profesor siguiera alerta.

—No pienso callarme hasta que me hayas escuchado —dijo Hermione sin amilanarse—. Mira, he estado investigando un poco sobre quién podría tener como hobby inventar hechizos oscuros...

—Él no tenía como hobby...

—¡Él, siempre él! ¿Cómo sabes que no era una mujer?

—Eso ya lo hablamos un día. ¡Príncipe, Hermione! ¡Se hacía llamar Príncipe!

—¡Exacto! —exclamó ella con las mejillas encendidas, mientras sacaba de su bolsillo un trozo viejo de periódico y se lo ponía delante dando un porrazo en la mesa—. ¡Mira esto! ¡Mira la fotografía!

Harry cogió el papel, que se estaba desmenuzando, y contempló la amarillenta fotografía animada; Ron se inclinó también para echarle un vistazo. Se veía una muchacha muy delgada de unos quince años. Era más bien feúcha y su expresión denotaba enfado y tristeza; tenía cejas muy pobladas y una cara pálida y alargada. El pie de foto rezaba: «Eileen Prince, capitana del equipo de gobstones de Hogwarts.»

—¿Y qué? —dijo Harry leyendo por encima el breve artículo que explicaba una historia muy aburrida acerca de las competiciones interescolares.

—Se llamaba Eileen Prince. «Prince», Harry.

Se miraron y él comprendió lo que Hermione trataba de decirle. Soltó una carcajada. Alex alcanzó a escuchar el nombre que dijo Hermione y reaccionó de su trance de golpe, sintiendo un vacío en el estómago.

«Ay no...» se incorporó de golpe y miró a sus amigos. «Esto esta muy mal»

—¡No puede ser! —exclamó Harry, aun riendo

—¿Qué?

—¿Crees que ésta era el Príncipe Mestizo? Por favor, Hermione...

—¿Por qué no? ¡En el mundo mágico no hay príncipes auténticos, Harry! O es un apodo, un título inventado que alguien adoptó, o es una forma de disfrazar su verdadero apellido, ¿no? ¡Escúchame! Supongamos que su padre era un mago apellidado Prince y que su madre era muggle. ¡Eso la convertiría en una «Prince mestiza» o, dicho de otro modo, para despistar, en un Príncipe Mestizo!

La Serpiente se enamoró de la LeonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora