Capítulo 21 "Conflicto"

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Rádulf esperaba impaciente en el despacho, no se atrevía a salir de ahí por evitarse encontrar a Mariana con el Conde, pero escuchaba a lo lejos las risotadas y el tintinear de copas y las sombras de sirviente que iban y venían, trataba de concentrarse en otros asuntos, pero no podía evitar pensar en el comportamiento de su amigo y todo lo que podrían acarrear sus liviandades, después de todo Mariana era amada por el Duque de Alba, e incluso le había solicitado expresamente que la respetara, pero el Conde era un ser incorregible que se dejaba llevar por el momento, sin pensar en las consecuencias.

Por fin cesaron los ruidos en la sala y aliviado Rádulf escuchó marcharse a Mariana, minutos después el Conde entraba en el despacho con una gran sonrisa de satisfacción. Miró a su escriba y suspirando interrogó.

—¿Qué tenemos pendiente? 

—Algunas cuestiones Conde. —Contestó Rádulf tratando de ocultar su molestia.

—Dime, dime, que te presto atención. —Al tiempo que ocupaba un amplio sillón.

—Pues ha recibido una carta de las Américas, donde le dicen que ahora posee tierras por esos lares. Le escribe Ricardo Barón de Montés del Plata. 

—¡Ja! Barón de Montés —interrumpió el Conde— menudo título del pobre diablo, la familia le ha enviado al fin del mundo para no saber de él. Ya había escuchado algo de esas inversiones, no hay nada conveniente en esos confines del mundo. ¿Y qué dice? 

—Que ahora es usted el dueño de dos estancias y dentro de estas propiedades hay algunas peticiones de los vecinos, además de cuentas y papeles de propiedad. 

—¿Sabes?, encárgate de eso, haz lo que te plazca, resuélvelo tú. No tengo tiempo para enredarme en cosas que no veré nunca y que no me interesan, redacta una carta para que la firme, donde te doy el poder de tomar decisiones. ¿Algo más de importancia? 

—Sí. Recibió una carta de la hija del Duque de Floresta. 

—¡Esa si es noticia!, ¿Y qué quiere la caprichosa Cárdigan?

—Pues, le solicita que al asignar las habitaciones para la visita, la ponga lo más alejada posible de los aposentos del Duque de Alba y le pide su discreción en este asunto.

—¡Va! ese matrimonio no tendrá ni diez gramos de amor. Está bien tomaré providencia en ese asunto. ¿Es todo? 

—Bueno Conde quisiera hacerle una observación —Rádulf dudó un instante, tomó postura de seriedad y continuó— es, acerca de Mariana y las recomendaciones del Duque de Alba, usted sabe que mi interés es cuidar por sus intereses y... 

—¡Diablos! —Interrumpió el Conde— ya sé por dónde vas y quiero decirte que ahí no te metas, no sé cómo te enteras de las cosas, pero no te metas donde no te llaman. 

—Conde es que...

—¡Nada! Esos son asuntos míos y no acepto intromisiones, no sea que te nombre barón y te mande al infierno. 

—Está bien Conde, solo quería...

—¡Basta! ¿Algún otro pendiente?

—No. 

—Entonces me voy, que quiero descansar, has esa carta para las Américas para que la firme y resuelve eso, para que trabajes en lo que te concierne. 

—Entiendo "Señor Conde de Lavalle", dejaré la carta aquí para que la firme. —Dijo Rádulf molesto y con tono casi burlón.

El Conde se incorporó pero antes de salir del despacho, volteó a ver a su escriba y dijo, en tono amenazante:

—Efectivamente, y recuérdalo bien: Yo soy el Conde de Lavalle, tu Señor...

Y de un portazo desapareció.

Rádulf sentía caliente la cara, sentía que al expulsar el aire salían llamas de él. Su espalda y brazos estaban crispados... Respiró varias veces hasta calmar su ímpetu y enojo, y redacto la carta donde el Conde le daba poder de decisión sobre las tierras de Colonia del Sacramento.

Al terminar miró de reojo la carta de Cárdigan, la observó por un momento y sintió que algo había cambiado, pero no entendía que.

En su molestia aún vigente se dijo: «Quizá lo mejor sería que me enviaran al fin del mundo...»

....

La vida toma rumbos desconocidos, una historia está por escribirse, un momento promete convertirse en sublime, un instante, un latido, un anhelo... una historia de amor... 

Letras que ViajanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora