Capítulo 39 "En la torre norte"

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El cielo estaba cubierto por nubes de un tono gris claro, por momentos algunas nubes se abrían dejando pasar los rayos del sol, creando estelas de luz que al poco tiempo desaparecían, a pesar de que el mediodía estaba cercano, el paisaje era de tonos apagados. El clima era húmedo y un poco frío.

En la entrada del castillo de Floresta un par de guardias charlaban refugiados en el quicio de la entrada ante la fina llovizna que por momentos se dejaba sentir, de pronto el ruido de cascos de caballo provocó su reacción y se plantaron en el centro de la entrada para impedir el paso.

—¿Quién va? —Preguntó uno de ellos.

El jinete detuvo su paso y contestó.

—Traigo un mensaje del Duque de Alba para su señor. —Diciendo esto extendió una carta mostrando el sello y un escrito.

El guardia miró el documento y después observó con cierta desconfianza al mensajero. Un tipo rudo con una vestimenta totalmente negra. Volvió a mirar el papel y con una seña a su compañero le abrieron paso.

Una vez que aquel mensajero entró, continuó la charla entre los guardias.

—¿Te fijaste?, ese no era un mensajero común. —Dijo el primer guardia.

—Sí, me parece conocido, creo que es de la guardia especial del Ducado de Alba, de hecho creo que es un mercenario. —Contestó el segundo.

—Debe ser algo importante lo que viene en ese mensaje, para que venga un tipo así.

—De hecho algo está pasando, lo siento en los huesos, no sé que es, pero no me gusta nada.

—También estoy inquieto, ya ves nos pusieron de guardia en esta entrada como si fuéramos tropa y no oficiales.

—Así es, la vigilancia está más activa. ¿Supiste que llegó un prisionero de Lavalle?

—Sí, estaba de turno en la torre norte y me tocó recibirlo, ¡es un pobre diablo!, no se que habrá hecho.

—Pues hasta donde yo se lo acusan de asesinato y sedición.

—¡Ja!, ese tipo no empuña una espada, deberías haberlo visto, para mí que es un chivo expiatorio.

—Bueno no nos corresponde juzgarlo, quizá solo ejecutarlo...

—Y hablando de ejecuciones ¿Qué paso con la Lula?, ¿ya calló?, ¿ya la llevaste a tu barraca?

—¡Joder! Que no me deja ni acercarme, creo que la lacaya quiere contigo.

—¡Jo! Yo ahí no quiero nada, soy más selectivo, esas mujeres son para la tropa.

—¡A que infeliz! Yo quiero con ella.

—Ja ja ja, no me malinterpretes, le tengo echado el ojo a una de las damas de la hija del Duque.

—Míralo, tú sí que buscas problemas, sabes que esas damitas son prohibidas para nosotros.

—¿Por qué?

—Pues porque... no debemos... bueno es que son de otro nivel.

—¡Ja! Patrañas, si la mula quiere yo le pongo su colchón de paja.

—Además ni está, anda con la Cárdigan en las tierras de Lavalle, así que mientras podrías hablarle a la Lula de mi...

La plática entre los guardias continuó, saltando de un tema a otro hasta que un par de horas más tarde movimiento al interior del castillo, los hizo ponerse en posición.

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