Capítulo 42 "En movimiento"

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La mañana era fría, el la luz poco a poco se abría paso en la oscuridad, a pesar de lo incipiente de aquel día un grupo de hombres esperaban en las afueras de la Casona de Rocas, montados en sus caballos, permanecían expectantes, hasta que de pronto apareció un jinete...

—Señor Duque buen día... —Dijo uno de ellos.

—¿Bien día? ¡Ja!, espero lo sea, esto de levantarse a estas horas es para las gallinas.

—Esperamos instrucciones mi señor, espero nos aclare porqué no llevamos uniforme.

—Bueno escúchenme muy bien, necesito que marchen rumbo a Floresta, encuentren un buen lugar para una emboscada y preparen el asalto.

—¿A quién vamos a emboscar señor? —Preguntó otro de los hombres.

—A mi contestó el Duque tajantemente.

—Pero señor, ¿Cómo es eso?

—Sí, yo partiré en un par de horas rumbo a Floresta con el Duque de esas tierras, ustedes nos atacarán y yo me defenderé, no se preocupen he elegido a los guardias más torpes para que me acompañen, así que tendrán ventaja. Repito voy a defenderme pero no lo haré a matar, su objetivo es deshacerse de Duque de Floresta, tengan en cuenta que nos acompañan tres guardias de él, por lo que deben enfocar sus esfuerzos en ellos. El Duque debe morir, ¿queda claro? Una vez que él y sus hombres sean eliminados cesaremos la escaramuza.

Algunos de los hombres mostraron cierta sorpresa ante las instrucciones, cosa que Alba notó y dijo:

—¿Hay algún problema con estas órdenes?

—Señor... —Contestó inseguro uno de los presentes—, eso es traición.

—A ver ¿Perteneces a la Guardia del Ducado de Alba? —Dijo el Duque acercándose a él.

—Sí señor.

—Y ¿No es el mismo Duque de Alba quien te da la orden?

—Sí, Señor solo que...

Aquel hombre no pudo terminar su frase de duda ya que una espada lo atravesó. Los demás presentes parecieron no inmutarse ante la acción, mientras el Duque envainaba su espada y preguntaba:

—¿Alguien más tiene dudas?

—No señor. —dijeron a una voz los jinetes.

—Bueno, pues adelante entonces.

Ante esta orden el grupo partió, mientras Alba regresaba a la casona.

....

—Señor de verdad ¿no quiere que le preparemos algo para el desayuno?...

—Señor ujier le agradezco sus atenciones y su preocupación, pero me es urgente hablar con el Duque, además anoche he cenado mucho así que aun no tengo hambre.

—Está bien, como guste mi estimado Conde, haré que le preparen su montura, a buen paso en un par de horas llegará a la Casona y resolverá eso que tanto le angustia.

—Se lo agradezco nuevamente.

....

—¡Oye tu, niña! —Se escuchó una voz fuerte ante la que Claudine sobresaltada giró su cuerpo en la dirección que provenía.

—Si... ¿dígame?

El hombre de atuendo negro se acercó hasta ella y le dijo ya en voy más discreta:

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