Capítulo 43 "Triada"

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Un jinete llegaba a las afueras de la Casona de Rocas que mostraba tranquilidad en sus alrededores, un sirviente que salía de ella jalando un carretón lo observó y éste se le acercó:

—Buen día, vengo buscando al Duque de Alba ¿Está en casa?

­—Ay caballero, yo solo soy un sirviente pero me parece que el Duque ya no se encuentra, hará media hora que vi partir a un grupo rumbo a Floresta y no me haga mucho caso pero creo que era nuestra merced, el Duque de Alba.

—¿Está usted seguro? —Inquirió el jinete con aires de molestia.

—Pues a mi parecer sí, pero ahí en la entrada, está un guardia, el debe saber...

Sin más aclaraciones en jinete se dirigió a una pequeña construcción que servía como resguardo y efectivamente encontró a un guardia que le salió al paso:

—¡¿Quién Vive?!

—Soy el Conde de Lavalle, vengo a ver al Duque de Alba.

El guardia lo miró por un momento para después decir:

—Lo siento señor Conde, hará una media hora que salió con el Duque de Floresta hacia el castillo de éste, si gusta puede esperarlo pues avisó que por la tarde regresaría.

Lavalle resopló y sin mucha paciencia retomó el camino mientras decía:

—Será mejor que lo alcance, me urge hablar con él...

....

Rádulf cabalgaba silencioso al lado del hombre de negro, ya se habían alejado un tanto del castillo de Floresta, cuando preguntó:

—¿A dónde me lleva?

El hombre sin responder de momento volteó hacia atrás, después miró hacia todos lados como cerciorándose que nadie los observaba; detuvo el paso, se acercó a Rádulf y sacando unas llaves le comenzó a quitar las cadenas mientras decía:

—Mi amigo, el romance tiene poderosos motivos y alcances, se me encomendó sacarte de tu prisión y llevarte a un lugar seguro.

Rádulf sorprendido se vio liberado de sus ataduras y después observó como el hombre sacaba una espada de las alforjas de su caballo y se la entregaba.

—Toma, el camino es un poco largo y no sabemos que podemos encontrarnos, creo que sería conveniente que portaras esto.

—Pero ¿Quién te ha dado esta orden?...

—¡Ja! ¿No te imaginas?... Pues nada menos que la heredera de estas tierras.

—¿Cárdigan?

—Efectivamente... Señor Rádulf creo que el amor le ha liberado...

Rádulf dibujó una sonrisa en su rostro sin dejar de mirar a aquel extraño personaje que varias veces se había cruzado por su vida.

—Tú conoces mi nombre pero yo no sé el tuyo. —Dijo con cortesía.

—Llámame Gustave y ahora démonos prisa, no quisiera tener un encuentro inesperado.

Y ambos retomaron el camino.

....

La comitiva de los Duques de Floresta y Alba marchaba a paso tranquilo mientras ambos conversaban:

—No lo sé Alba, siempre he educado a mi hija para que fuese un ser pensante y no quisiera obligarla a hacer algo que no quiera.

—Mi estimado Duque no se preocupe, a pesar que ya ha llegado la anuencia de la corona, yo estoy dispuesto a acatar los deseos de Cárdigan, si ella no quisiera este enlace pues... estaré de acuerdo.

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