Capítulo 6: Sentencia

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Byul terminó en una pequeña celda, encerrada allí tuvo la oportunidad de pensar y unir piezas dándole un nuevo significado a muchas situaciones pasadas. Todos aquellos años había creído conocer a Janeul mejor que nadie, pero había sido una mentira, él era un extraño, él era el príncipe heredero.

Había creído que no podía sentir más dolor, que la muerte de sus padres había terminado de romperla, pero no era cierto, ahora estaba realmente herida. La única persona que le quedaba en el mundo, el hombre que significaba todo para ella, su esperanza, sus sueños, su amor, se habían destrozado en un parpadeo.

Durante dos días estuvo encerrada allí en completa soledad, sólo le alcanzaban agua, pan y la llevaban a la letrina cuando era necesario. Al dormir tenía sueños felices, en los que estaba su familia y vagaba por las calles con Janeul, como cuando eran niños, cuando despertaba le faltaba el aire y deseaba no haber despertado nunca.

Al tercer día abrieron la celda y entró el Príncipe Heredero, era el hombre que conocía desde había más de una década y al mismo tiempo no, sus ropa era diferente, su actitud con los guardias, lo miró casi como si fuera un desconocido.

-Byul, ¿estás bien? – preguntó acuclillándose a su lado y cuando estiró una mano hacia ella, la joven retrocedió. Él hizo un gesto para despedir a los guardias y quedarse a solas con ella- Byul, lo siento, Byul – repitió.

-Mentiste – dijo ella simplemente.

-Quise decírtelo muchas veces, pero no pude. Temía esto, que me miraras así.

-Su Alteza...- musitó ella.

-Byul, no, soy Janeul.- insistió y vio como ella derramaba lágrimas – Voy a sacarte de aquí, lo prometo. Saldrás de aquí y serás feliz.

-Ya no... -dijo ella sin saber si se refería a si le importaba ser liberada o a la posibilidad de ser feliz.

-Lo siento, lo siento mucho Byul. Debí marcharme ese día en que te conocí, pero no pude....Yo no debí...

-¿No debiste qué? - preguntó.

-No debí enamorarme de ti – confesó Janeul tomándole la mano. En ese momento y antes que ella pudiese decir algo, los interrumpieron.

-Su Alteza, debe irse de aquí, sabe que no debería haber venido – dijo un guardia que parecía tener un alto rango.

-Te sacaré . Resiste – dijo Janeul como despedida y le besó la mano.

Un día después, sin explicaciones, volvió a ser arrastrada a la casa de cortesanas.

La regenta del lugar la recibió y escuchó las órdenes del guardia.

-No tiene permitido salir de aquí – dijo el hombre y la mujer asintió. Luego guió a Byul hasta su habitación.

-¿Lo sabes ahora? No es tan fácil escapar de aquí – le dijo a la joven al cerrar la puerta, pero no había malicia en su voz, sino tristeza

De niña, Byul no había pensado en las injusticias del mundo o en las diferencias entre las personas, ahora no podía dejar de reflexionar sobre ello. Un título había abierto una brecha y una cadena de injusticias la había llevado hasta allí. Ella no había hecho nada para merecer aquello, pero eso no importaba, ahora entendía que la vida no se trataba de merecer o no, era lo que era, y , a veces, golpeaba con crueldad.

Se preguntó si volvería a ver a Janeul alguna vez, porque más allá de todo aún quería verlo. Era verdad que le había hecho mucho daño con su mentira, pero también era verdad que aunque no podía soslayar que era el príncipe heredero, tampoco dejaba de ser Janeul. Y tampoco dejaba de amarlo.

Seguía siendo alguien que estaba entrelazado en su propia historia, seguía siendo el que le había enseñado a leer y a montar a caballo, seguía siendo el que le gustaba pescar, el que elogiaba sus pinturas, el que la había llevado al templo de flores de loto, el que había llegado a rescatarla, el que la había besado, el que había dicho que estaba enamorado de ella. Y príncipe o no, fuera un crimen que sería castigado por los hombres o por los dioses, ella seguía enamorada de él.

Aquellos días apenas comió y apenas durmió, sumida en la completa incertidumbre.

Janeul se había arrodillado ante el hombre que le había dado la vida, no tenían una relación muy estrecha, pero antes jamás lo había odiado, hasta ese momento que rogó por la vida de Byul.

-Libérala, por favor, ella es inocente.

-Es una traidora y morirá por eso- había sentenciado el rey.

- Su Majestad...padre...ella no ha hecho nada.

- Has mentido durante diez años y la has estado viendo, has corrido detrás de ella y sin pensar en las consecuencias has huido tras liberarla de un prostíbulo.

-No es así, padre...

-¿Crees que basta ser el legitimo heredero para acceder al trono? El poder no es algo tan sencillo, tengo planes para ti, y si algo de lo que ha sucedido se sabe podrías perderlo todo. Esa mujer es un peligro.

-Déjala libre y jamás la volveré a ver.

-¿Estás seguro?

-Sí .

-No puedo creer en tu palabra, ya has demostrado lo débil que eres frente a ella. Morirá.

-¡Padre, si algo le sucede...!

-¡¿Qué morirás también?! Entonces demostrarás que no vales nada, si no puedes con esto tampoco podrás con la corona.

-Déjala vivir y haré lo que quieras.

-Bien, entonces vivirá. Mañana regresará a esa casa de cortesanas y allí permanecerá de por vida.

-¡Noo! Eso no, te lo  ruego, prometo no verla, haré lo que quieras, pero eso no.

-Si la dejo vivir necesito garantías, Janeul. Ella estará allí, puedes visitarla si quieres, pero jamás escaparte o vivir con ella, nadie verá mal que un príncipe visite a una cortesana, es lo común. Puede ser tu amante hasta que te canses, pero eso será todo. Piénsalo, piensa tu respuesta, porque la vida de ella depende de lo que digas.

Y había tomado una decisión, la única que podía. Y se había jurado en que llegaría un día en que tendría el poder suficiente para no sentirse acorralado y para que las personas que amaba no sufrieran por su debilidad.

La mujer del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora