Capítulo 13: Festival de verano

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-Por aquí...- dijo el joven y ella asintió. Byul se sentía como en un sueño, no podía creer estar en el exterior y menos aún durante el festival de verano, la gente, los sonidos, los aromas, todo la llenaba de vida y de recuerdos. Le costaba creer que de verdad estaba en el exterior. Respiró profundo, llenándose de aquel aire. Acompañó a su guía que se detuvo frente a un puesto de adornos para el cabello, el joven levantó varias horquillas y se las mostró. Hasta que se detuvo en una y se la dio.

-Creo que debería llevar esta- dijo dándosela y ella hizo un gesto de negación hasta que vio el papel que envolvía el adorno. La tomó y desenvolvió la nota.

"Hace años, quise comprarte una. Espero te guste" decía el mensaje de Janeul y ella recordó las veces que de niña se había detenido frente a aquellos puestos deseando que él le regalara una horquilla y él había mostrado indiferencia. Sonrió imaginándolo eligiéndola para ella y aferró la horquilla con flores.

Luego siguieron camino y ella se preguntó qué sería lo próximo. Se detuvieron frente a un puesto de comida y , ante el pedido del hombre, la vendedora extendió un paquete. Antes de abrirlo, por el aroma, Byul supo que contenía sus caramelos favoritos de miel y flores. Miró hacia adelante y notó que el príncipe se detenía, tomaba algo de una bolsa y se lo metía a la boca. Estaba comiendo aquella misma golosina, ella tomó una y la saboreó. Después leyó la nota que los acompañaba. Decía "No comas muchos " Sólo porque él la estaba mirando, no hizo caso y se metió uno más a la boca mientras el sabor de días felices la inundaba.

Caminaron otro trecho hasta llegar a donde había un grupo de gente reunida, era una obra de títeres y música. Byul y su acompañante se detuvieron allí y ella pudo ver a Janeul mucho más adelante. Veía su espalda y su cabeza. Extrañamente, aunque estaban separados, él había logrado que dieran un paseo juntos, porque ella podía imaginar que todas las personas que estaban allí desaparecían y solo quedaban los dos.

Cuando la obra terminó , se dispersaron y él quedó a una distancia mayor, apenas si alcanzaba a distinguir su silueta delante. Tuvo ganas de acelerar el paso, de correr hasta alcanzarlo, pero no podía.

Aquel hombre era todo lo que valía para ella, quizás nunca alcanzara a expresar lo mucho que lo amaba.

Era él quien la había rescatado de caer al agua.

Era por él que tras la muerte de sus padres había seguido con vida, aún en las peores circunstancias, por esperarlo había decidido mantenerse viva.

Era por él que podía estar encerrada y bajo amenaza de muerte.

Desde el principio no había habido elección posible, para ella había sido o Janeul o la muerte.

Siguió caminando lentamente tras él, siguiendo sus pasos.

-Me temo que el príncipe ya debe regresar a palacio, pero hay un último lugar que visitar- dijo su acompañante y la llevó a hasta el templo donde se hacían las plegarias de verano.

Cuando ellos entraban, Janeul y su comitiva se retiraban, así que se cruzaron y se miraron y él le sonrió muy levente. Fue un momento fugaz pero pareció eterno.

Entró, fue hasta el altar, encendió incienso y rezó en silencio. Cuando iba a marcharse, el joven guía le señaló un ramo de flores , flores de loto.

-Creo que eso es suyo – dijo y ella las tomó. Sabía de donde provenían, buscó la nota de Janeul. "Te amo, desde siempre, para siempre". Ella hundió la cara entre las flores porque temía largarse a llorar.

-Debemos irnos – dijo su guía y la acompañó nuevamente hacia el grupo de cortesanas que estaban esperándolos para regresar.

Byul sabía que probablemente no habría otro día como aquel, que incluso aquella escapada podía llegar a tener consecuencias, pero aún así, al pensar en ese día tan especial que Janeul había planeado con detalle y antelación, sólo por ella, se permitió ser feliz.

A la mañana siguiente cuando golpearon a su puerta, Byul salió deprisa, se había levantado muy temprano y se había puesto la horquilla nueva esperando aquella visita. Janeul estaba allí.

-¿Te quedan caramelos? – preguntó él mirándola y sonriendo.

-No, ni uno. Pero estoy segura que trajiste más- le dijo y él sonrió más ampliamente antes de extenderle una bolsa. Entonces sin poder esperar más ,lo abrazó.

-Gracias- dijo ella esperando que eso pudiera transmitirle lo mucho que había disfrutado su salida.

-Mi hermosa ,hermosa , Byul- respondió él antes de besarla lentamente.

Al entrar vio el ramo de flores en un florero.

-¿Te gustaron? – preguntó.

-Sí, todo me gustó. ¿Cómo lo hiciste?

-Preparé el recorrido temprano en la mañana con Jun y su hermano, mientras estaban montando los puestos. También recogí los lotos del templo. Hay tantas cosas más que quería hacer para ti.- dijo sentándose y Byul se sentó a su lado y se reclinó contra su hombro.

-Fue perfecto.

-Tendré que irme un par de meses, lo siento, me han enviado en una misión diplomática. Me lo informaron hoy.

-¿Fue por lo de ayer? – preguntó imaginando que después de todo siempre había consecuencias.

-Eso creo. Porque parece más una excusa que algo que requiera verdaderamente de mi asistencia.

-¿Estarás bien?

-Sí. Supongo que mi padre sospecha que algo pasó, pero no pudo confirmar con certeza que tú hubieses salido, y menos aún que nos encontráramos, así que esta es su advertencia.

-Lo siento.

-Más lo siento yo, estarás sola durante todo este tiempo, y yo demasiado lejos.

-Si este es el castigo por el hermoso día de ayer, me parece que valió la pena. Dos meses pasarán pronto y yo estaré bien.

-Me voy mañana, recuerda cerrar bien las puertas, no salir de noche ni recibir a ningún embajador aunque venga a comprar mil pinturas.

-Janeul...

-Estoy inquieto cada vez que debo partir, y de verdad no sé qué puede suceder, Byul.

-No te preocupes ahora, eso será mañana y prometo cuidarme bien hasta tu regreso. Pero hoy estás aquí, y tenemos caramelos de miel y flores. No importa si no vuelvo a salir, siento que te arriesgaste mucho, el día de ayer fue un precioso regalo y eso es suficiente.

-Nada nunca será suficiente cuando se trate de ti- dijo él con emoción y ella supo que una vez más se culpaba.

-¿Dos meses? Bésame por dos meses- lo tentó intentando hacerlo cambiar el rumbo de sus pensamientos. Él le sonrió y cumplió con su pedido.

En el tiempo de ausencia del príncipe, Byul trató de mantenerse tan ocupada como podía, con sus pinturas, leyendo, o aprendiendo a tocar un instrumento musical, Janeul siempre había sido buen músico, ella no. Ahora tras casi dos meses de práctica sus dedos se deslizaban con facilidad por las cuerdas creando una bonita melodía.

Estaba concentrada en la práctica matinal, cuando la regenta se quedó observándola.

-Cada vez que te veo no puedo evitar pensar que serías la cortesana perfecta, hermosa e inteligente, capaz de dominar cualquier habilidad que te propongas aprender. Eres buena en la danza y ahora tocando ese instrumento, eres perfecta en todo a excepción de que tu interés de complacer a un hombre se centra sólo en ese príncipe tuyo...- dijo la mujer.

-Yo...- intentó hablar Byul sin saber qué responder pues extrañamente no parecía un ataque.

-Hablando de él, cada vez que los veo juntos también pienso que serías una reina perfecta si no fuera por tus orígenes, en verdad no sé si pueda existir un lugar para ti.- finalizó la mujer con cierta tristeza.

-Por ahora mi lugar es él- respondió Byul.

-¿Por cuánto tiempo? –preguntó la mujer y ella no pudo responder. En efecto, parecía no pertenecer a ningún sitio, estaba a medias donde estuviera, era una cortesana solo de nombre y era la amada de Janeul sin más futuro que momentos robados y encuentros furtivos.

Tampoco ella sabía ya donde pertenecía, pero su corazón sí sabía su lugar, y pensaba a aferrarse a ese sentimiento para no caer en la desesperación.

La mujer del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora