La joven entró apresurada a la habitación y se paró junto a la mujer que pintaba pájaros.
- Señora, tenemos visitantes. Creo...que debería salir...a recibirlos.
- ¿A estas horas? ¿Quién es, Myra?
-De verdad, debería salir...- respondió inquieta. La mujer soltó los pinceles y se incorporó. Tomó algo para cubrirse del aire nocturno y salió a ver quién era el visitante que causaba tanto nerviosismo.
Lo supo apenas vio la comitiva que lo acompañaba, los jinetes lo escoltaban y él iba al frente.
Llevaba diez años sin verlo, cuando se detuvo a escasos metros de ella, la mujer y la muchacha que la acompañaba se arrodillaron haciendo una reverencia para mostrar su respeto.
-Su Majestad- habló ella mientras sentía que el corazón le latía con fuerza- ¿a qué debemos su visita?
-He venido a tomar el té- respondió él mientras desmontaba y llegaba hasta ella.
La respuesta era tan inverosímil como que estuviese allí, después de tanto tiempo.
-Me siento honrada, pero una casa de cortesanas no es un lugar adecuado, Su Majestad – dijo y apenas se atrevió a mirarlo a la cara. Había cambiado con los años, pero seguía siendo apuesto, se preguntó qué tan cambiada la veía a ella.
-Soy yo quien decide eso, y esta noche éste es el lugar adecuado –respondió él y ella hizo una leve reverencia como aceptación.
-Acompáñeme, entonces. Mientras tanto mi gente atenderá a sus hombres. Myra, ocúpate de que les den comida y un lugar para descansar.- ordenó.
-Sí, señora – respondió la joven y salió corriendo hacia el interior que constaba de varios edificios y jardines.
-¿Vamos? – dijo él y ella hizo un suave gesto con la mano para indicarle el camino, aunque él lo conocía perfectamente bien.
Lo guió hacia el salón principal, pero el rey desvió su camino y se dirigió hacia las habitaciones privadas de ella.
-Su Majestad, ¿dónde va?
-A tomar el té, ya te lo dije , Byul – respondió llamándola por su nombre, hacía mucho tiempo que no lo escuchaba pronunciar por él
Entraron ambos a las habitaciones, la mirada del hombre se dirigió hacia la pintura de pájaros que aún estaba en el suelo junto a los pinceles, luego estudió minuciosamente el lugar, observando los delicados y finos muebles de cedro y sándalo rojo con detalles en nácar, los cortinados, el biombo pintado y finalmente la observó a ella. Se detuvo mirándola y la mujer tuvo que bajar su mirada porque se sentía totalmente turbada.
Y él lo sabía, la conocía demasiado bien.
Un rey, era un rey, los años le habían dado un aura diferente, ahora su posición estaba impresa incluso en la forma de moverse. Con aquella seguridad acomodó sus ropajes reales y se sentó ante la mesa, y la esperó.
Su presencia silenciosa era más imponente que las palabras, lo que la obligó a salir a buscar el té.
Regresó con una bandeja, y se dispuso a servir el té, aquel era un arte que había aprendido como cortesana, con delicadeza y elegancia, en cada movimiento, en cada gesto.
Depositó la taza verde y dorada de porcelana delante del rey, luego sirvió la aromática infusión, y se apartó.
-Siéntate conmigo – dijo y ella se sentó frente a él.
-Como ordene.
-No es una orden...es un pedido
-¿Qué has venido a buscar, Janeul? – preguntó siendo informal, pero ya no aguantaba el suspenso, algo debía haber traído a aquel hombre a su puerta, algo más importante que un té. Él bebió lentamente un sorbo, luego dejó la taza y la miró fijamente.
-Vine por un té, y por ti – respondió.
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La mujer del rey
RomanceByul y Janeul se conocieron cuando niños y forjaron un vínculo que iba más allá de la amistad, pero él calló su verdadera identidad sin imaginar las repercusiones que tendría su silencio. Más de veinte años después, él es el rey y ella está en una...