Cuando el rey y sus hombres se marcharon, Myra entró a ver a Byul.
-¿Está bien? – preguntó al verla pálida y sentada como si no pudiera moverse.
-Sólo necesito un momento, no te preocupes- dijo intentando aliviar los nervios de la chica.
-El rey se fue...pero llegó un hombre con un carruaje y dijo que le ordenaron esperar allí.-explicó y Byul supo que Janeul ya tenía su plan alternativo desde un inicio.
Ahora era ella quien debía decidir, pero se sentía totalmente perdida. Su cuerpo aún llevaba la huella de su encuentro amoroso con Janeul, aún lo sentía en cada fibra de su ser. Su mente estaba confundida con toda la información que le había revelado, y su alma era un caos.
Eran tantas cosas al mismo tiempo, tantas emociones que se sentía como si estuviera fragmentándose, yéndose a la deriva sin poder aferrarse a nada.
A su alrededor se arremolinaban el pasado, el presente y el futuro.
Debía decidir y estaba aterrada.
Habían pasado diez años y vivir junto a Janeul y su hijo era el mayor deseo de su corazón, pero ellos eran también el rey y el príncipe, eso lo complicaba. Sería vista por los demás como una concubina, y como la madrastra de su propio hijo pues jamás podrían revelar la verdad. Aunque ella pudiese estar junto a Yul, la verdad sería un secreto entre ellos tres y la gente más cercana que ya lo sabía.
Había pasado por tanto, pero no sabía si aún tenía fuerzas para pelear, para fingir y para aceptar lo imprevisible del futuro. Ni siquiera se sentía con fuerzas para enfrentar a su propio hijo tras abandonarlo.
-¿Señora? – volvió a llamarla Myra al notarla tan pensativa.
-Me daré un baño y dormiré un poco, ha sido un día muy largo – dijo y esbozó una sonrisa que semejaba más una mueca que otra cosa.
-Yo le preparo el baño- se ofreció la joven y ella asintió. Sabía que no dormiría pues su alma estaba en un laberinto y no sabía si llegaría a la salida.
En efecto fue poco lo que pudo dormir aquella noche, apenas lograba conciliar el sueño despertaba por sueños inquietantes, soñaba con un bebé llorando y con un niño que no tenía rostro. Soñaba con las manos de Janeul deambulando por su cuerpo, soñaba con ella atrapada en una jaula sin poder salir.
Fueron sueños de todo lo que ansiaba y todo lo que temía.
Despertó ojerosa y cansada .Al salir, lo primero que vio fue a Kang custodiando el carruaje que estaba destinado a llevarla a Palacio si así lo decidía.
-Mi señora...- la saludó él cuando se acercó.
-Ha pasado mucho tiempo - saludó ella al hermano de Jun, que alguna vez había sido su custodio personal.
-Me da gusto verla- dijo él y no confesó que muchas veces a lo largo de esos diez años había vigilado sus pasos para informar a su hermano y al rey. Con un gesto casi imperceptible señaló el carruaje, preguntando si ella lo abordaría. Byul negó con un movimiento de cabeza y él respondió con una leve inclinación y volvió a su posición.
La mujer sabía lo que significaba, tenía orden de esperar, el tiempo que fuera necesario.
Durante aquellos días Byul libró su más dura batalla, era un enfrentamiento con ella misma, con sus miedos, con sus debilidades, con su dolor. Cada mañana se acercaba al carruaje, a veces custodiado por Kang y a veces por su relevo.
Byul había visitado una sola vez el palacio, había sido el día que había descubierto que Janeul era el Príncipe Heredero, el día que los habían separado, el día que la habían encerrado en una celda mientras deliberaban qué harían con ella.
Ahora iba sabiendo que él era el Rey.
Ahora iba para reunirse con el hombre que amaba.
Ahora iba esperando ser libre.
Kang había enviado un mensajero que fuera con la noticia antes de partir, así que Janeul había salido al patio principal a esperar. Sólo lo acompañaba Jun, había ordenado que no hubiese nadie más, tampoco se lo había dicho a su hijo. Sabía que había muchos ojos curiosos alrededor, pero estaba todo tranquilo. No quería hacerla sentir abrumada y espantarla. Estaba ansioso, esperando. Y después de tantos años, entendía por propia experiencia cómo se había sentido ella esperándolo. Era desesperante.
Cuando vio que el carruaje atravesaba las puertas principales y se acercaba, contuvo la respiración un segundo, porque no sólo llegaba una persona, sino su propia vida.
Una vez que llegaron, Kang la ayudó a descender y luego se llevó el carruaje deprisa, como si temiera que ella se arrepintiese.
Byul miró hacia adelante y a unos quince metros de ella lo vio.
Lo había amado durante tres vidas.
Cuando era un niño. Y ella no sabía quién era realmente.
Cuando era un joven príncipe.
Y lo amaba ahora.
Janeul, siempre Janeul.
Sus miradas se encontraron sin que ninguno se moviera, se observaron unos segundos, cada uno recordando el largo camino que habían recorrido. Se miraron midiendo la distancia que los apartaba.
Él abrió los brazos como había hecho tantas veces en el pasado y ella corrió para refugiarse en su abrazo.
La sostuvo unos minutos contra sí, como queriendo comprobar que era real, que al fin la tenía a su lado. Luego se apartó un poco y la miró.
-Gracias- le dijo y ella le mostró la mano. Llevaba puesto el anillo que le había dado la noche en que se amaron por primera vez, la noche que ellos se consideraron unidos para siempre sin importar lo que el mundo dijera.
-Me lo quito cuando pinto – confirmó ella con una sonrisa, era una respuesta tardía a lo que él había dicho la noche de su reencuentro, y Janeul la besó.
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La mujer del rey
Roman d'amourByul y Janeul se conocieron cuando niños y forjaron un vínculo que iba más allá de la amistad, pero él calló su verdadera identidad sin imaginar las repercusiones que tendría su silencio. Más de veinte años después, él es el rey y ella está en una...