Capítulo 20: Distancia y regreso

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Con el dinero que tenía, Byul se instaló en la ciudad, consiguió una casa con jardines y puso en marcha su plan, había decidido ayudar a tantas mujeres como pudiera.

Su nuevo amigo había hecho gala de sus influencias y la había presentado como una artista extranjera de renombre, así que Byul tenía muchos compradores para sus pinturas. Incluso daba clases a hijas de gente influyente, a veces ella misma se sentía abrumada por aquel cambio y sentía como su pasado y su vida actual pertenecieran a dos personas distintas, y quizás era cierto, quizás había dos Byul. Muchas veces se encontraba sonriendo y se sentía sorprendida de poder hacerlo, no era se trataba de felicidad porque eso estaba vetado para ella, sino de vivir días de sosiego. Y en gran parte se debía a su labro.

Así como enseñaba a niñas ricas, tenía multitud de niñas pobres a quienes les enseñaba a leer, a bordar y a pintar. Había conseguido trabajos para jovencitas huérfanas, y había rescatado a muchas otras de ser vendidas. De hecho un par de niñas rescatadas, vivían con ella.

A Myra la había conocido al poco tiempo de llegar, estaba paseando por la ciudad cuando se equivocó de camino y en una callecita alejada escuchó los gritos de la niña mientras un hombre la llevaba a la rastra. Intervino inmediatamente sin pensar que podía ser peligroso, discutió con el hombre quien se sintió algo intimidado al verla vestida como una dama noble. También tuvo la suerte de que apareciera un hombre que la auxilió en el momento más álgido de la discusión. Finalmente desembolsó una buena cantidad de oro y se llevó a la muchacha consigo. Desde ese día no se había separado de su lado. Y a Simma, de apenas diez años, la había encontrado mendigando en las calles. Las dos se habían instalado con ella y cuidarlas y enseñarles la mantenía entretenida, aunque cuando veía un niño pequeño, invariablemente pensaba en el suyo.

Bae iba una vez a la semana a tomar el té y a conversar con ella, ya no era embajador pues ocupaba un puesto en el ministerio de comercio de su país.

Aquella mañana, Byul estaba bastante distraída, pues era el segundo cumpleaños de su hijo.

-¿De verdad no quieres saber? – preguntó Bae que ahora la trataba con menos formalidad.

-¿Saber qué?

-Noticias de tu país natal, de él.- dijo y ella negó con la cabeza.

-Supongo que todo marcha bien, si hubiera sucedido algo grave me hubiera enterado por los comentarios de la gente.

-Lo he pensado mucho tiempo, pero no he llegado a ninguna conclusión, ¿ por qué te marchaste? ¿Acaso fue por el niño? – preguntó Bae de repente y ella se alarmó, siempre la inquietaba la intuición de aquel hombre, ¿era posible que supiese su secreto?

-¿Qué quieres decir?

-No se me ocurre una razón por la que alejaras y él lo permitiría, así que supongo que fue por el príncipe, imagino que al quedar embarazada la reina hizo valer su autoridad como madre del heredero real y pidió que te alejaras. ¿Fue eso? – preguntó y Byul bajó la mirada mientras bebía el té.

-Sí, fue por la llegada del príncipe- respondió y no era una mentira, sólo una verdad a medias. En cuanto a por qué Janeul al había dejado ir, no había sido por la llegada del niño, era mucho más simple, ella se lo había pedido y había dicho palabras dolorosas. Imaginó que de saber la verdad, él no la perdonaría.

-¿No volverás entonces?

-No.

-¿Y él no vendrá por ti?

- No , él no vendrá.

-Yo no estaría tan seguro- dijo Bae recordando su anterior encuentro con el rey.

La mujer del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora