Capítulo 12: Tregua

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El día que ella debía entregar la pintura, el príncipe decidió instalarse allí.

-No es necesario –protestó Byul.

-Quiero estar aquí, contigo – dijo inocentemente.

-¡Janeul! Ambos sabemos que no es por eso, sólo voy a darle su pintura.

-Entonces no molesto estando aquí, ¿verdad?

-Sí, no necesito guardián. No soy una niña, tendré veinte años pronto.

-Tendrás veinte dentro de medio año, sin importar todo lo que haya sucedido, sigues siendo una niña ingenua y voy a quedarme, puedo quedarme aquí, en el jardín, en el árbol, pero voy a quedarme, Byul- sentenció y la joven tuvo un atisbo del príncipe que ella desconocía.

Cuando el embajador golpeó a sus puertas y ella salió a recibirlo, Janeul apareció a sus espaldas y lo invitó a entrar.

-Su Alteza...- musitó sorprendido, era obvio que no esperaba encontrarlo allí.

-Pase, por favor – dijo él haciéndole señal de que ingresara en las habitaciones. Byul sacudió la cabeza imperceptiblemente y el príncipe sonrió como un perfecto anfitrión.

-Pase, su pintura ya está terminada – dijo Byul y el hombre ingresó.

La joven le indicó que se sentara y fue a buscar la pintura mientras Janeul se acercó a servir el té.

-¿Le gustaría beber té? – invitó y hubo algo en las miradas de ambos que desmentía tanta cortesía.

-Muchas gracias, creo que jamás un príncipe me ha servido té.

-Digamos que no lo hago como príncipe, sino como el dueño de casa, es de buenos modales atender al invitado, más si mi mujer está ocupada, ¿verdad?- preguntó mientras servía el té y el otro asintió, su respuesta quedó trunca porque Byul regresó al saloncito cargando la pintura. Era obvio que también a ella le extrañaba ver a Janeul en aquel rol, pero no dijo nada.

Desplegó la pintura, era un paisaje bellísimo que abarcaba parte del bosque y un riachuelo con la ciudad a lo lejos. Había algo vibrante en aquella pintura que cautivaba.

-Es hermosa, tiene usted un gran talento- dijo el embajador.

-Gracias- dijo ella escuetamente .Luego el hombre mencionó cuanto estaba dispuesto a pagar por ella , era una suma alta.

-¿Le parece bien?

-Creo que es mucho – dijo ella.

-No lo es – dijeron a un tiempo el hombre y Janeul y eso la hizo sonreír.

- Entonces me parece un buen precio- aceptó. El embajador le pagó, prometió que volvería por otra pintura alguna vez y se despidió. La última imagen que vio fue a Byul en el umbral y a Janeul abrazándola posesivamente por la cintura.

-¿Ya estás feliz? – preguntó ella volviéndose hacia el príncipe.

-Sí, mucho. ¿Y tú? La verdad es que pagó bien por tu pintura, podrías hacerte rica a este ritmo.

-¿Debería rever el precio que te cobré a ti, Su Alteza?

-No, ya cerramos el trato.

-Espera aquí un momento- dijo ella y se retiró, volvió con un pincel cargado en pintura.-Dame el brazo – pidió.

-¿Qué haces? – preguntó él curioso pero extendió el brazo. Byul levantó la manga y escribió "propiedad de Byul"

- ¿Y esto?

La mujer del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora