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Sus labios se movían sobré los míos pidiendo a gritos que les diera paso y aunque los primeros segundos el impacto de lo que estaba aconteciendo no me dejó responder cuando sentí sus labios carnosos suplicarme que le diera paso así lo hice correspondí a su beso. Sintiendo tantas emociones nuevas a la vez, que no sabría explicarlas, me sentía en una especie de nube gloriosa en donde los labios de Ethan eran los protagonistas y por Dios que sabían ejecutar su papel.

Sus manos tomaron mí cintura acercándome más a él de forma posesiva logrando así chocar unir nuestras caderas y podría jurar que sentí un bulto ahí, culparía a mi perra conciencia de que esto no me asustara  sino todo lo contrario, me hizo delirar aún más, lleve una de mis manos hasta su cabeza acariaciando su cabello, sus labios eran embriagadores y dulces, jodidamente dulces. El aire estaba empezando a faltar pero no me importaba, no quería que nada detuviera ese momento.

Pero pasó, él se detuvo. Sus labios estaban rojos además de levemente hinchados y se veía demasiado sexy de esa manera, baje mí rostro al saberme culpable de eso, de repente la bruma había pasado, poco a poco estaba tocando tierra otra vez.

— Fer.— volví a mirarle, sentí algo dentro de mí romperse al ver su mirada.— Lo siento.

— No digas lo siento, por favor.— Le supliqué.

Recuerdo que hace unos años me creía enamorada de él, sus atenciones, el hecho de que siempre estuviera al pendiente de mí, todo llegaban a confundirme por momentos pero no era más que una ilusión de niña pequeña. Eso comprobé al verle todos los días con chicas diferentes, él sólo me veía como la hermana de su mejor amigo, y en parte como su hermanita. Creía haber enterrado ese pequeño sentimiento pero después de sentir sus labios sobré los míos, la reacción de mí cuerpo, el cambio de los latidos de mi corazón, una pequeña esperanza, casi remota se había encendido.

Pero existía algo peor que amar sin ser amada... Ser rechazada.

— Fer, escucha. Esto no debió pasar.— se levantó de la cama con pasos nerviosos — fui un invesir, me aproveché de tu estado.

— No lo hiciste.— le repliqué con la mirada gacha, ¡Dios!, no podía siquiera mirarlo.

— Sí lo hice.— Llevó sus manos a su cabeza.— Esto nunca paso.— Masculló antes de salir de la habitación.

Genial, nos besa, nos calienta, luego nos hace mugre y se va como un jodido cobarde. Lo bonito no quita lo descortés.

Reprimi las ganas de llorar, odiaba ponerme en el plan de mujer melodramática que todo lo resuelve con unas estúpidas lágrimas. Instintivamente llevé mis dedos hasta mis labios recordando el beso de hace sólo unos minutos.

Deberían demandarlo por besar así

Por primera vez estaba de acuerdo con mi perra conciencia, ni en mis mejores sueños imaginé que sería así, es que ni siquiera llegué a permitirme soñar con un beso de él pero la realidad supero por mucho la ficción, aunque el rechazo dejó un sabor amargo difícil de borrar.

Coloqué mí cabeza en las almohadas, recordé que aún estaba en ropa interior. Me levanté para colocarme un sencillo vestido, luego volví a mí cama a recordar lo que minutos atrás había sucedido.

— Fernanda, ¿ puedo pasar?.— Desperté al escuchar la voz de mí padre tras la puerta. Me sentía como si hubiera dormido durante horas.

—Sí.— Respondí media somnolienta mientras intentaba desperezar un poco.

Papá apreció por la puerta, llevaba aún su traje. Lo que significaba que recién acababa de llegar, tenía la mirada cansada. Mí corazón dio un vuelco al verle, a veces me enojaba tanto el hecho de que trabajará sin descanso; Todo por complacer los estúpidos caprichos de Hilary.

YO: SOY LA GORDA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora