Llegó el día, era la una de la tarde, y ya íbamos con rumbo hacia la casa de mis padres, al norte del país. Derek había pasado por mi en su auto del año recién pulido, al parecer quería impresionar a mis padres de todas las formas posibles.
Me sentía sumamente nerviosa, mi corazón palpitaba a gran velocidad, y las palmas de mis manos se llenaban de una fina capa de sudor. Tenía meses sin ver a mis padres. La relación con ellos siempre había estado llena de tirantez y lejanía, así que no sabía cómo iban a reaccionar cuando me vieran llegar del brazo de mi atractivo novio. Temía que fuesen con Derek igual de severos y déspotas que conmigo.
Derek pareció percatarse de mi estado abstraído y consumido en mis pensamientos:
– ¿Te sucede algo muñeca?
–No es nada, solo estaba pensando en cómo peinarme mañana –
–Eres muy mala mentirosa ¿sabías? Dime qué pasa realmente. –
Respiré profundo. No solía hablar de mis padres con nadie, no era algo que me hiciera sentir a gusto. Odiaba ver la expresión de lástima de las personas cuando por error mencionaba que tenía meses de no verlos o que tampoco siquiera se dignaban a llamarme o enviarme un mensaje.
–Amor, de verdad no me apetece hablar de eso –
–"Apetece" ¡Vaya! Apenas vamos rumbo a tu mansión en tu fino barrio de clase alta y ya empiezas a usar vocabulario de "niña nice" – dijo Derek haciendo una mueca, tratando de aliviar mi tensión, supongo.
Esbocé una carcajada y le di un suave golpe con mi puño cerrado en el hombro
–No seas tonto, primero tu barrio está cerca del mío y también es refinado, segundo esa no es mi mansión, es de mis padres, lo único mio es lo que he pagado con mi trabajo, osea: mi departamento, mi auto y mis mascotas, ¿de acuerdo? Estoy segura que ellos prefieren heredar al mayordono o a la ama de llaves antes que a mi –
Dije esto último mientras sonreía y veía el paisaje por la ventana del auto. Estaba acostumbrada a hacerme a mi misma crueles bromas de este tipo, pero por un momento la ansiedad me acorraló, y me giré lentamente para ver si el rostro de Derek reflejaba lo que estaba temiendo: lástima, sin embargo, me sorprendí:
–Que bien, porque no me gustan esos caserones tan fríos, carentes de vida y repletos de sirvientes. Así podremos comprar una casa mas modesta a nuestro gusto para nosotros y nuestros hijos, claro, deberá tener un gran jardín para Zeus y Hera – una gran sonrisa se dibujó en sus labios.
No sabía que me impactaba más, si la naturalidad con la que había continuado con mi broma sin reflejar tristeza y compasión por mi, o el hecho de que pensase en tener una casa conmigo. Mi corazón saltó de mi pecho, lo miré detenidamente y aproveché la siguiente luz roja para darle un beso fugaz en los labios. ¡Diablos! Realmente quiero a este chico.
Nos acercábamos a la mansión Hamill, grande e imponente. Típica guarida de un ricachón y engreído político y su esposa con complejo de diva que no escatima en despilfarrar el dinero de su marido. De inmediato me empezaba a faltar el aire, de verdad no deseaba estar allí, y comenzaba a sentir un ataque de ansiedad asomándose en mi pecho.
Derek bajo del auto una vez que lo hubo estacionado en el aparcamiento, junto al Jaguar de mi papá. Yo seguía inmóvil en mi asiento, asi que se dirigió hasta mi puerta, la abrió y tomó mi mano depositándole un suave beso.
–Señorita, bueno no sé si deba llamarle así – dijo con un tono pensativo fingido, haciéndome reír mientras mis mejillas se ruborizaban levemente – pero mejor no entremos en detalles, ¿le gustaría hacerme el honor de bajar del auto y acompañarme al interior de esta morada para conocer a mis suegros?
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Por esta vez...
RomantizmPrimera, segunda...tercera oportunidad. ¿Cuantas son necesarias para saber que amas a alguien? Derek Dunne e Irina Hamill vivieron un apasionado pero inconcluso amor juvenil, el cual la deja a ella destrozada y con muy poca fe en el género masculino...