Aparqué fuera del edificio de Derek. Pude ver una luz tenue en el piso donde se encontraba su apartamento, lo que me dio la esperanza de que él aún viviese ahí.
Eran las 11:27pm, Nadine seguía dormida en el asiento trasero de mi auto. La tomé en brazos procurando abrigarla bien para que no se enfermara con el frío de la noche, al fin y al cabo mi pequeña apenas tenía dos meses de edad.
Toqué el timbre del departamento de Derek, ya que la puerta principal del edificio se encontraba cerrada. Unos segundos después una voz algo congestionada me respondió por el aparato:
-Si ¿quién es?-
-Soy yo, Irina ¿puedo subir?-
No obtuve respuesta, pero la puerta eléctrica del edificio se abrió, así que entré, subí al ascensor y marqué el cuarto piso, donde estaba el departamento de Derek. La puerta de este se abrió y ahí estaba él, esperándonos en el pasillo. Tenía los ojos hinchados y rojos, lo que me hizo pensar que había estado llorando, eso partió mi corazón.
-Hola - susurré.
-Pero si vienes con tu bebé, por favor pasa, encenderé la chimenea para que estén calientitas -
Me indicó el camino hacia su departamento, como si no lo conociera ya, después de tantos momentos hermosos vividos juntos en el. Lo seguí en silencio y al entrar pude contar unas 7 fotos de ambos que decoraban la estancia. Un sonrisa discreta se dibujó en mi rostro, tal vez estaba equivocada después de todo.
-¿La bebé está dormida?-
-Si, aún duerme-
-Si quieres puedes acostarla en mi cama, las sábanas están limpias y podemos hacerle un fuerte de almohadas alrededor para que no se vaya a caer - sonreí.
-Gracias- me dirigí a su habitación y recosté a mi pequeña en la cama de Derek, echando de paso un vistazo a mi alrededor: habían más fotos nuestras colocadas por todas partes, y en la mesita de noche del lado derecho aún estaban mis cosas: mis cremas de noche, mi libro de Edgar Allan Poe, hasta mis zarcillos de plata. Al parecer Derek nunca se había marchado de la ciudad.
Salí de la habitación entrecerrando un poco la puerta tras de mi, para que Nadine no se fuese a despertar al escucharnos hablar.
-Debo decir que siempre logras sorprenderme, ¿qué hacer aquí? - dijo antes de que yo siquiera me hubiese sentado.
-Bueno, creo que te debo una disculpa por no haberte dejado hablar antes, y también debo confesarte algo-
-Disculpa aceptada. Y muy bien, te escucho - dijo con tanta frialdad que mi corazón dolió.
-Derek yo - tragué con dificultad - De verdad lamento haber sido tan grosera contigo. Debes entender que me encuentro muy dolida y rota. Te perdí de nuevo. Me dejaste a la mañana siguiente de navidad. Me abandonaste con todos mis sueños, mis ilusiones, solo desapareciste y ya, de verdad rompiste mi corazón de nuevo, como hace nueve años -
Comencé a llorar desesperadamente, no como estrategia de manipulación, sino porque de verdad me dolía. Había esperado tanto para poder decirle estas cosas, había planeado mi discurso durante noches interminables y ahora lo tenía enfrente no hacía más que llorar como una pobre y débil niña tonta.
-Iri por favor no llores así que haces que me quiera morir - se acercó a mi para intentar consolarme, pero de inmediato me alejé de él.
-¡No te me acerques! No vine aquí para reconciliarme contigo. Solo quiero aclarar algunas cosas y confesarte algo muy importante que debes saber -
Me miraba fijamente, con sus ojos color miel llenos de tristeza y rojos.
- ¿Estuviste tomando o llorando? -

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Por esta vez...
RomancePrimera, segunda...tercera oportunidad. ¿Cuantas son necesarias para saber que amas a alguien? Derek Dunne e Irina Hamill vivieron un apasionado pero inconcluso amor juvenil, el cual la deja a ella destrozada y con muy poca fe en el género masculino...