VII

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Las puertas y el tintineo de la campanilla le advertía que alguien estaba ahí, se rasca la nariz y se muerde el labio inferior cuando ve en la planilla de sus manos que los números habían incrementado.

Sabía el porqué, y también sabía que esa persona de ahí iba a comprar lo que mucha gente desde hace dos días. Porque él aun no podía creer que todavía eso pasara, era como un ritual, algo sagrado y valioso que todos ansiaban hacer. Y está seguro que esa persona ahí, tocando nuevamente esa cosa llamada timbre, rompiéndole la paciencia y la paz armoniosa que tenía, iba a comprar exactamente lo mismo que todos los demás.

—Voy, voy, voy.

Y no era necesario gritarlo a los cuatro vientos porque no era necesario, mas aun si eran personas como él y si a ellos o a él mismo se les podía decir persona.

Tres pasos ligeros y paró en seco, inundando sus fosas nasales de aquel olor desconocido, tal olor que lo hacían debilitarse, vibrar e incluso enrojecer aquellas mejillas suyas. Dejando atrás aquel color pálido para dejarlo más rosado, mas rosado del que se levanta en plena mañana.

El timbre vuelve a sonar más de una vez y él se acuerda que debe atender el negocio. Ahora los pasos son apresurados, y la ligera pared que dividía de un punto a otro le aprecia eterno y solo era un poco más de dos metros.

— ¿JongHyun? Pero... —de nuevo inhala y ahora se deja debilitar cortando distancia, tomándolo del borde de la remera con ambas manos y traerlo a él, dejando que el mostrador sea lo único que los separa. —No puede ser.

Porque él se hunde en el hueco del cuello, volviendo a dejar que aquel aroma dulce lo envolviera y lo deshiciera.

—Tae, necesito una cama nueva. Directamente necesito todo nuevo, hasta un buró porque deje un rasguño de animal.

El otro lo suelta, sonriendo a más no poder porque incluso se siente un poco excitado por haber hecho algo así, más por un olor que él jamás en sus veintiún años de vida sintió. Suspira dejando ver con más claridad sus mejillas de color, se muerde el labio inferior y asiente.

Sus manos van a cada lado de su cadera, riendo a lo bajo porque sabe que significa todo eso. El olor, la necesidad de una cama nueva, un buró nuevo y está seguro que también unas sabanas más y almohadas.

—¿Quién es?—no duda en preguntar tomando una revista debajo del mostrador, dejándola caer pesado en el mostrador y mostrarle las más de una opción de tipos de cama y de juegos de sabanas.

El mayor suspira tomando aquella revista eligiendo cualquiera al azar mientras el otro espera paciente a la respuesta y a la elección del colchón cualquiera. —KiBum.

La sonrisa que hubo en los labios de un vendedor se borro, una sonrisa que jamás pudo estar en los labios del moreno, y ese puño en el brazo lo espero, haciéndole doler y fruncir un poco el ceño porque ese pequeño sí que pegaba. Y está seguro que habrá un moretón que tardara mucho en irse.

—Ya se, ya se. No me digas nada, ya lo sé. No lo lastime. — se soba al brazo doliente, frunciendo el ceño por el dolor y el futuro moretón que espera ahí.

—Eso no lo sabemos.

—Pude controlarme ¿Bien? Destruí todo a mí alrededor, pero a él no le hice ningún daño. Lo juro.

— ¿Y por dentro? JongHyun, no entiendes. No eres como él tampoco eres como nosotros, eres... —no termino de hablar, porque no le veía lo necesario. Solamente suspiro, mirando la revista en el mostrador.

***

Entra a la casa, respirando hondo encontrándolo todo tal cual estaba, todo igual antes de irse. Abre mas la puerta dejando pasar a TaeMin detrás suyo, dejando que este inspeccione con la vista y escuchando aun de cerca aquel suspiro que ya le está molestando. Porque lo escuchó muy de cerca cuando de nuevo en la tienda lo tomó de la remera y se quedo pegado a él como una pulga, como también en el camino de meter la cama en la camioneta, sudando más y saliendo aquel olor dulce que hasta él mismo se sentía.

Mil nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora