XIV

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El rubio tararea una canción que se la inventa, mientras el mayor desconocía el ritmo y se dejaba acariciar con los suaves dedos de la mano pálida que lo toca. Con las manos sobre las rodillas, JongHyun intenta enderezarse ganando una corriente eléctrica pasando por su espina dorsal y erizándole la piel, mientras su inquietud empeora cuando una risita proviene detrás de él.

— Piel de gallina. — dice el rubio aun atento en lo suyo, tocando la espalda del mayor con la clásica piel de gallina viendo como unas nuevas cicatrices aparecen ante su mirada, cicatrices que jamás vio y que son más que nuevas y profundas sacándole un suspiro diminuto.

JongHyun juega con sus dedos golpeando en su rodillas, esperando ansioso la primera pregunta, porque por eso estaban ahí y de esa manera, en su habitación dejándose acariciar sobre las cicatrices que aun no sanan del todo, y de él salen esas ganas de querer hablar pero sabe que no es su turno porque KiBum lo había llevado a la habitación con la intención de jugar a las preguntas y respuestas.

KiBum pregunta y JongHyun responde.

Su inquietud iba en aumento y en incomodidad por haberse confesado anoche y hoy, recibiendo a cambio nada de parte del rubio, pero también está seguro que no recibirá nada de un día para el otro porque KiBum no está enamorado de él, KiBum no lo mira como él lo hace, pero JongHyun quiere creer que el rubio algún día le corresponderá, que lo amara de la misma manera de como lo hace el.

Algún día y la esperanza es lo último que se pierde.

— ¿Porque tienes tantas cicatrices?

La primera pregunta llego haciéndole suspirar, porque él aun sigue sentado en la cama y dándole la espalda al rubio preguntón que aun lo toca, lo acaricia en las miles de cicatrices que tiene, mientras el rubio frunce el ceño viendo algunas más grandes y profundas que otras, tratando de no imaginarse como solamente una persona o lo que fuese JongHyun tenga tantas y no sienta dolor, porque las cascaras rojizas son grandes y pequeñas llenando su espalda, hombro y pecho.

— Tuve muchas peleas.

El rubio frunce mas el ceño al oír la respuesta que también rondaba por su cabeza, porque se veía que no era cualquier pelea que sea de un día con un humano que de varios días y de licántropos.

— ¿Con cuchillos?

El mayor niega, KiBum no lo ve porque está más concentrado tocando esa cascarita dura que quiere quitar con cuidado con su uña. — No lo hagas — dice JongHyun asustando al rubio que da un pequeño brinco — Pelea de monstruos.

El rubio suspira porque las cosas son muy obvias pero resulta ser el único que no se da cuenta de nada y siempre tiene que haber alguien que le explique.

— Eres un hombre lobo ¿cierto? — no se hace de esperar en la siguiente pregunta que ronda por su cabeza y las muchas más que todavía faltan por salir.

— Híbrido — le corrige el mayor.

— ¿Pero puedes transformarte en un perro gigante?

Aunque esa pregunta se escucho con un tono de mucha ilusión JongHyun tuvo que romperlo.

— Mi mama puede hacerlo, pero yo no puedo. Puedo transformarme pero no exactamente en un perro gigante, sino en un monstruo grande que camina a dos patas mientras los de pura sangre pueden hacerlo en cuatro patas y con la forma de un lobo gigante.

Vagos recuerdos invadieron la mente del rubio provocando que deje de tocarlo y acariciarlo. Una mandíbula grande, dientes afilados y unos grandes colmillos sobre saliendo, mas la deformación de rostro que JongHyun supo mostrarle.

Mil nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora