VIII

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Desde ese momento todo había cambiado, JongHyun ya no tenía su ropa en la casa. A la mañana podía oírlo preparar el desayuno y al llegar a la cocina ya veía todo listo, el sobre con los el dinero que desde hace tiempo aparece ahí. Los impuestos de la luz, el gas, el terreno, televisión e Internet siempre estaban pagos antes de fecha.

Todo hecho por Kim JongHyun.

Se le hizo solo un poco de costumbre no verlo en la casa, ver cada vez que llegaba de la escuela el auto del mayor estacionado en la puerta del garaje. Lo costó mucho acostumbrarse a la soledad de la casa y está seguro que nunca se va a acostumbrar a eso.

No era que nunca jamás volvió a verlo, de vez en cuando en esa casa se cruzaba con el mayor cuando se adelantaba solo unos minutos para poder verlo. Aunque a veces no tenía ganas de tenerlo cerca.

Siempre lo veía a él en la cocina preparándole el almuerzo, el mayor siempre que lo veía lo saludaba y le daba la correspondiente bienvenida.

—Bienvenido a casa.

Pero el rubio no podía articular ninguna palabra, aunque tenía ganas de saludar de igual manera pero nada salía. Se quedaba en blanco mirándolo, sólo asintiendo y volviéndose a su habitación donde se encerraba hasta que escuchaba el sonido del motor arrancando.

Solamente se salía de la habitación cuando JongHyun no estaba más en la casa.

Solamente una vez después del incidente pudo verlo, desde la oscuridad de su habitación, desde la ventana. Viéndolo al moreno sentado en el muro que a él le costó tanto escalar, viendo como JongHyun contemplaba la oscuridad del bosque.

Siempre había algo nuevo en la casa, algo que siempre él quiso tener pero por falta de dinero no podía. Como ese aire acondicionado para combatir el calor insoportable del verano que se acercaba, ahora lo tenía ahí instalado en su habitación y como siempre sabe de quién fue la idea.

Las cosas con MinHo no cambiaron del todo, al más alto se le escapaba uno que otro beso que el rubio dejaba pasar. No tuvieron relaciones desde que KiBum se negó y el más alto tampoco quería obligarlo.

Las notas del rubio bajaron, no era para alarmar pero antes siempre llevaba a la casa las mejores notas pero desde hace un tiempo empezaron a descender preocupando al mayor cuando reviso la libreta del rubio cuando este dormía.

—Te fuiste, pero no te fuiste. — dice TaeMin dejando una taza de café sobre la mesa mientras el mayor solo sostenía la libreta en sus manos con el ceño fruncido.

Había ido esa noche a su casa, como casi siempre desde ese día. El castaño sabía que el mayor vigilaba al rubio mientras dormía, que todavía se hacía cargo de él como pensó hacerlo desde el fallecimiento del señor Kim.

—Si sigue así no será aceptado en la universidad.

—A él no parece importarle.

—TaeMin.

Suspira cuando lo llama así, con el claro tono de molestia en la voz. Resopla sentándose en la silla y apoyando sus codos en la mesa, acunando su mejilla izquierda en la palma de su mano.

El moreno aun mantenía la vista en la libreta pasando la página y frunciendo mas el ceño, el café que pidió seguía sin ser tocado y TaeMin está seguro que no se lo va a recalentar porque se le enfrió.

—Entonces deja de preocuparte, levántate y ve a hablar con él. — Habla con clara naturalidad, tomando entre sus manos el café y dejando que el exceso de azúcar pase por su lengua.

Mil nochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora