Rastros

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Llegamos al edificio departamental. Mis manos se revolvían nerviosamente mientras el pelirrojo abría la puerta con el manojo de llaves que había sacado de su bolsillo.
-Te presento mi casa.- el pelirrojo abrió la puerta y yo entre por ella.
El departamento estaba linda pero sencillamente decorado, paredes blancas con detalles naranjas y una sala de color caoba acapararon mi atención. En una extensión más del cuarto se encontraba la pequeña barra y cocina, un pasillo guiaba hasta dos puertas que se encontraban una frente a la otra y a una más al final del pasillo.
La puerta del fondo estaba abierta, parecía que era el baño. En su interior un gran perro negro se encontraba parado, en cuanto me vio corrió rápidamente hacia mi dirección y se abalanzó sobre mí. Me mostro los dientes y en lo que parecía ser un ataque comenzó a lamer mi cara.
-Basta.- intente apartar al perro de mi cara, ahora todo el miedo se había convertido en una especie de ternura hacia aquella enorme y negra criatura.
-¡Demonio sentado!- Castiel me quito de encima al perro, que se encontraba ahora sentado a mi lado mirándome con simpatía.
-¿Su nombre es demonio?- pregunte aceptando la mano que me tendía el otro chico para incorporarme
-Sí, aunque es demasiado manso para el nombre.- Castiel acaricio la cabeza del perro y este gruño como si hubiera entendido lo que su amo afirmo sobre él.
-Eres un chico lindo ¿verdad?- el tono de mi voz era el típico de cualquier persona que hablaba con un perro. Demonio me miro y ladro alegremente, yo acaricié su cabeza energéticamente
-Bueno ya que se conocieron Demonio debe volver a su habitación.- Castiel tomo al perro del collar y lo dirigió al baño.
-¿Por qué?- reproche, en realidad me había gustado Demonio
-Porque si él está aquí no podremos hacer cosas de adultos.- el pelirrojo me lanzo una mirada maliciosa y continuó con su labor.
Mi cara se sonrojo completamente y sentí una fuerte palpitación en mi parte trasera, me puse de pie precipitadamente, tratando de salir del estado de éxtasis que me habían provocado las palabras del pelirrojo...Lo deseaba, realmente lo hacía.
Después de un breve forcejeo para evitar que Demonio saliera del baño Castiel regreso a donde me encontraba. Se acercó hacía mí y tomo mi mentón en sus dedos.
-Hiciste mal en entrar a la cueva del lobo.- con su otra mano acaricio mi mejilla en suaves círculos.- ahora nada evitará que te devore.
Castiel me beso intensamente, introdujo su lengua por mis labios y recorrió el interior de mi boca, sus manos bajaron por mis caderas. Sucumbiendo al deseo mis manos se abrieron paso entre sus ropas y recorrieron su espalda.
-Vamos a mi habitación.- susurro apartándose ligeramente de mi boca.
-No hay tiempo.- cerré nuevamente el espacio entre los dos, el deseo quemaba mi interior como brazas ardientes, mi cuerpo estaba tan acostumbrado a eso que los días que lo prive de aquella sensación lo dejaron hambriento.
Caí al sofá, Castiel se encontraba sobre mí. Él se despojó de su camisa y me ayudó a deshacerme de la mía, mientras me besaba fieramente baje mis pantalones y él se abrió paso a mi interior con sus dedos, tanteado y apretando uno de sus dedos toco aquel punto que hacía mi cuerpo estremecer.
-Ahg.- un gemido rebelde se abrió paso entre mis labios.
-Interesante.- abrió sus pantalones y saco su miembro.
La primera vez que había estado con él no me había dado cuenta del ardiente deseo que reflejaban aquellos ojos grises. Estar con alguien que te deseara incluso más de lo que tú lo hacías era algo completamente desconocido para mí.
Introdujo su miembro en mi interior en repetidas estocadas, tocando aquel punto que me hacía enloquecer, a pesar de su visible deseo, él intentaba ser amable conmigo.
-No...te preocupes...pu...puedes...Ah.- difícilmente podía hablar, la temperatura de mi cuerpo había aumentado y mi cabeza estaba completamente abrumada por el roce de Castiel.
De pronto sentí una embestida más profunda que las demás, lo que hizo que me viniera. Castiel solo duro unos segundos más y tras la última embestida, se retiró de mí para correrse.
El chico se tiró a mi lado en el reducido espacio del sofá cama, ambos estábamos sudados y jadeantes. Él me abrazó con fuerza y pude sentir el rápido latir de su corazón.
-Oye Cas...- eleve mi mirada y me encontré con su rostro dormido, lo cual me hizo enojar un poco.- ¿Enserio te quedaste dormido después de hacerlo solo una vez?
No recibí respuesta, su respiración era serena y continua. Suspire con decepción y rodee con mis brazos su torso, cerré mis ojos y me permití dormir solo un poco.
Desperté exaltado, las ventanas del departamento permitían observar que ya había obscurecido notablemente, Una manta se encontraba sobre mí y mi acompañante, al parecer Castiel se había levantado a cobijarnos.
En el momento en que pretendía dormir nuevamente, recordé las palabras de mi padre y me levanté sigilosamente del sofá. Tal vez no recibiría un castigo pero si un regaño, además de que levantaría ciertas sospechas.
Busque mi ropa y me la puse, hurgue en la bolsa de mi pantalón y saque mi celular la hora que marcaba eran las 10:30. Reflexione un poco, seguramente me daba tiempo de tomar un taxi.
Me dirigí a la puerta y vi por última vez a Castiel para comprobar que seguía durmiendo, pensé por un momento en dejar una nota o algo así, pero deseche el pensamiento de inmediato. Tome mis cosas y salí del departamento.
Para mi suerte, justo en ese momento pasó un Taxi, me subí y le indique la dirección. En un poco más de 30 minutos llegamos a la entrada de mi casa, le pague al taxista que extendía su mano de manera malhumorada y salí de vehículo.
Introduje la llave en la cerradura, las luces se encontraban apagadas, camine despacio por la sala cuidando especialmente de no chocar con los muebles que se veían tenuemente.
-Papá y mamá aún no han llegado.- el corazón me dio un vuelco en el pecho y mire hacia la dirección de la que provenía esa voz, era Armin que hurgaba en el refrigerador en busca de un bocadillo nocturno.
-¡Casi me da un infarto Armin!- le reproche a mi gemelo quien prendió la luz del comedor y dejo en el todos los ingredientes necesarios para un emparedado.
-No es mi culpa que no hayas estado atento a un ataque inesperado.- Armin me dedico una sonrisa divertida.
-¿Te dijeron a qué hora regresaban?- pregunte dejando mis bolsas de compra en uno de los sillones y depositando mi chaqueta en el perchero.
-Nop, cuando regrese ya no estaban.- El pelinegro me apunto con un tenedor acusatorio.- No dejaron ninguna puerta abierta y tampoco ninguna llave ¡Tuve que entrar por la ventana del baño!
-Diablos yo fui el que la dejó abierta, debí asegurarme de dejarla bien cerrada.- Armin me lanzo una rebanada de pan.- Es broma.
-Su sutil forma de correrme de la casa me demuestra el gran amor de mi familia hacia mí.- anuncio Armin en tono dramático y le dio una mordida a su emparedado.
-Eso te pasa por quedarte a dormir de nuevo en la casa de tu noviecito- dije en tono pervertido y de igual forma le di una mordida al pan que Armin me había lanzado.
Armin se sonrojo de manera impresionante y la comida se atoro en su garganta, él comenzó a toser desesperadamente. Apoyo sus manos en la mesa haciendo que los pepinillos cayeran, en su intento desesperado por recuperar el aliento piso los pepinillos que se encontraban esparcidos por el suelo y cayó. Escupí mi bocado y comencé a reír.
-Eres un torpe.- espete entre risas, Armin me miraba furioso.- Tu torpeza sin límite es tan extraña
-Hablando de cosas extrañas ¿De dónde vienes? Y ¿Qué significa esa mancha de dudosa procedencia en tu camisa? Porque no creo que se deba a un vaso de leche derramado ¿o si hermanito?- Armin no intento ocultar para nada las ganas de molestarme.
Mire mi ropa, una gran mancha blanquizca se extendía en mi camisa y era justamente lo que Armin insinuaba que era, un sonrojo violento se apodero de mi cara ¿Cómo diablos "eso" había llegado allí?
-¡No te importa!- Me puse de pie y corrí hacia las escaleras.
-Oh vamos hermanito estábamos hablando tan amistosamente ¿Por qué te vas?- las risas de Armin se escuchaban por toda la habitación.
-¡Pudrete Armin!- Grite desde la escalera hacia la dirección donde se encontraba mi hermano.
-¡Oye Alexy, tu comenzaste!- replico el pelinegro desde el comedor
-¡Pero no tienes derecho de hacérmelo tu a mí!- conteste cerrando la puerta tras de mí.
Me lance a la cama pensando en la estupidez de mi hermano y de pronto al ver nuevamente la mancha en mi playera recordé todos los acontecimientos del día de hoy. Me revolví en la cama justo como la noche anterior solo que esta vez por alguna razón mi corazón se sentía más liviano.
Así acurrucándome bajo las cobijas sin darme cuenta los sentimientos por Kentin se iban atenuando cada vez más, sin embargo aún no al punto de desaparecer, aún quedaban rastros que podían volver a incendiar mi corazón

Tú, mi más grande anheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora