Capítulo 15

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-Pensé que hoy tampoco vendrías.

El Chef, percibió la carga con la que lo recibieron las palabras de Manuel, así como un dejo de molestia en su semblante cuando lo vio parado en la entrada de su oficina. Algo tenía que andar mal, para que éste se dirigiera a él, en esa forma.

-Manuel, hoy no me siento bien. Además a veces creo que te tomas atribuciones que no te corresponden.

Azotó la puerta tras de sí y se acercó frente a su escritorio.

-Mira niño mimado, si no te gusta, puedes correrme ahora mismo.

Ricardo se levantó de su asiento golpeando de tajo el vidrio del escritorio con ambas manos. Los dos se quedaron callados, preparados para decir cualquier cantidad de frases hirientes, pero un sentimiento muy grande y muy fuerte dentro de ellos, les había sellado los labios.

Y es que, en realidad, Manuel no era un empleado más para Ricardo. Sí, era el Chef que estaba al frente del restaurante; era el encargado, el que decía cómo se hacían las cosas o no. En pocas palabras, podría decirse que el restaurante funcionaba y tenía el éxito que tenía, gracias a la astucia y las habilidades de Manuel. Ricardo, como Chef y dueño del mismo, heredado por sus padres, estaba al frente y había tenido el acierto de crear unos cuantos platillos excéntricos que eran la especialidad de la casa; platillos para paladares refinados y a un precio elevado, que hacían ir y venir a una buena cantidad de comensales, aunque no se podían servir todo el año. Sin embargo, sabía bien que existía la confianza tal como para dejarlo todo en las manos de Manuel sin riesgo alguno; y un cariño especial, pues fue él quien se había encargado de ayudar y guiar a Ricardo a la edad de diecinueve años en ese mundo; y quien se había hecho cargo del funeral de sus padres, después de que se hundiera el barco en el que viajaban hacia la ciudad de Xi. Aunque en realidad en el funeral sólo se pudo ver el cuerpo de su padre, ya que el de su madre nunca fue encontrado, a pesar de la exhaustiva búsqueda que se hizo tanto de ella como de otros cuerpos que se perdieron en el naufragio.

Las manos de Ricardo se fueron relajando, así como el color de la cara de Manuel, quien se empezó a tranquilizar y a controlar su respiración, aunque sin dejar de expresarle todavía con la mirada- su enojo.

-Discúlpame, no he pasado una buena noche y antes de venir tuve que recoger el departamento.

-¿De nuevo despediste a la señora de la limpieza?

-No, sólo le dije que se tomara unos días.

Manuel ya intuía lo que estaba pasando, pues sabía a la perfección lo que significaba que la servidumbre no visitara su departamento por unos días. Se sentó ya más relajado y respiró profundo; sumergido en esa mezcla emocional incoherente, entre preocupación y satisfacción por todo lo que se vendría.

-Así que aquí vamos de nuevo...

Ricardo agachó la mirada y empezó a caminar dando vueltas con tranquilidad de un lado al otro, con un abre cartas en la mano, que tenía un mango en forma de dragón.

-Ahora entiendo que te hayas olvidado de la reunión que teníamos ayer. La verdad, Ricardo, esto no debería de suceder. Yo sé que no soy nadie para meterme en tu vida, pero fuiste tú quien me metió en ella.

-No... Eso sólo tú lo sabes... Y sabes muy bien por qué lo has venido haciendo.

Para Manuel fue más que un renglón de palabras sueltas. O Ricardo sabía más de lo que tendría que saber; o quizás sólo era una adivinanza funesta de la casualidad. De cualquier forma, no podía arriesgarse, si quiera, a preguntarle por qué lo había mencionado. No tenía ninguna necesidad de que lo enfrentaran con sus recuerdos.

Chay Hium (Platillo de un asesino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora