Capítulo 20

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-Muy curioso, Ricardo. Después de esa crema tan...

El señor Juan José buscaba, pero no encontraba las palabras exactas para describir la experiencia que había tenido degustando la crema de hueso.

-Tan... cómo decirlo. Tan soberbia. No sé si ésas sean las palabras correctas, pero en verdad ha sido una experiencia única... Por cierto ¿de qué estaba hecha?

-Mi buen amigo, un chef nunca revela el secreto de sus platillos y menos si se trata de un platillo tan especial.

-Creo que me has mal interpretado, no quiero tu secreto, sólo me gustaría saber, de qué es la crema que me ha dejado extasiado.

-De ángel. Por eso has quedado "extasiado". ¿Alguna vez te has imaginado poder arrancarles sus alas y prepararlas en una crema? Pues bien, yo digo que debe tener el mismo sabor que ésta...

De ángel, repitió Juan José en un murmullo, mientras repasaba las palabras de Ricardo; luego le regaló un gesto de conformidad sabiendo que no obtendría más respuestas.

Digamos entonces que de lechón. Un lechón muy tierno y escogido de manera muy selecta, agregó El Chef con una sonrisa un tanto cuanto maliciosa. Mientras sonreía...

-Bueno pues, como te decía, después de esa crema... de lechón, tan soberbia. ¿Ahora esto?

Le habían servido el siguiente plato. Era justo lo que El Chef le había preparado desde el día anterior, un corte de carne bañado en una salsa de color amarillo muy ligero, (casi como el de un aceite) montado sobre un delgado trozo de madera, y acompañado por una guarnición exótica en la que resaltaban los higos sin la cascarilla, con ese color levemente rosado, cubierto a su vez con la misma salsa de la carne que escurría por sus diminutas semillas.

-Me imagino que es la carne del lechón, ¿verdad?

-¡No! Es de ángel.

A Juan José se le escapó una leve sonrisa, ante la respuesta. Tomó los cubiertos y cortó un trozo de carne. Es tan delicada y tan suave, dijo. La probó y no pudo evitar que en su rostro se le dibujara el placer al disfrutar del primer bocado.

-¡Qué carne más jugosa y tierna! Me imagino que al ser un lechón seleccionado debe de costarle bastante caro. Ahora veo por qué el precio del platillo.

-Debe ser un ejemplar único. No siempre se encuentra el indicado ni hay en toda época del año.

-¿Cómo, no puede ir uno en cualquier momento a escogerlo? Creí que eso sólo se daba en las frutas y verduras.

-Por supuesto que no. Ésta debe de ser especial. Casi me atrevería a decirle que sus ojos deben enamorarse de la seleccionada, debe ser una pequeña hembra que reúna todos los requisitos para que el platillo tenga éste resultado. 

-Además ¿Tiene que ser hembra? Dijo, mientras seguía sumergido en la sorpresa.

-Por eso, es una delicia imaginar que era un ángel.

Mientras comía, le llamó la atención que El Chef no estuviera comiendo lo mismo. Discúlpeme Ricardo, ¿Qué es lo que usted está comiendo? ¿Por qué no come de lo mismo? Externó en medio de una ligera sorpresa.

-Es un platillo muy especial y por la cantidad de materia prima no se pueden cubrir demasiados pedidos. Además, yo fui el primero en probarla, al estarla preparando, claro. Y ahora es mi deseo que mis amigos y mis clientes especiales degusten de ella.

Lo que en realidad no le quiso decir, fue que para él tenía suma importancia que sus amantes murieran después de entregársele en una Epifanía de amor, de manera que nunca pudieran abandonarlo o engañarlo, tal como le sucedió a su madre; y que ésta era la mejor manera de deshacerse de los cuerpos. Por otro lado, podíamos estar seguros de que él era un asesino, más no un caníbal.

Chay Hium (Platillo de un asesino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora