Chay Hium (Platillo de un asesino)

Capítulo 24

-Creo que ya es hora de que pongas más atención sobre la empresa que dejó tu padre.

Ricardo no tenía ni las ganas, ni el tiempo de atender lo que Manuel le estaba pidiendo en ese momento. Su mente estaba puesta en una sola cuestión. Tenía que recuperar a Gabriela.

Si la muerte le había arrancado de las manos a Fátima, el tiempo no le robaría a Gabriela. Él supo con antelación que no debió dejar que el tiempo pasara, sin embargo un extraño sentimiento que nunca antes había tenido por ninguna otra de las dobles de Fátima, lo hizo que dudara en llevarla o no a la cabaña y consagrar con ella una nueva Epifanía.

Entre sus pensamientos, había aparecido la temible necesidad de dejarla vivir y quizás, de intentar una relación más real, dejando de lado la fantasía a la que las palabras de su madre lo habían orillado; ésa, de matarlas después de consumar el coito, para que nunca lo pudieran engañar con nadie y así poder tener la seguridad de que morirían amándolo por toda una eternidad.

-¿Entiendes lo que te digo?

Con la muerte de sus padres, todo había quedado en las manos de Ricardo. El restaurante por parte de su mamá, que era el negocio que había montado con Manuel y que le había dado tantos galardones y satisfacciones. Y, por otro lado, la empresa de coaching que había creado su papá. Los viajes que tenía que realizar, eran el motivo por el que éste se distanciaba por tantos días.

Su padre tenía un don especial con respecto a la palabra. No sólo era bueno en el discurso; era un hombre que había estudiado toda su vida y siempre se había interesado por saber todo lo referente a los temas que tuvieran que ver con la física cuántica o aspectos de tipo emocional en el ser humano. Era de profesión psicólogo y se dedicaba a capacitar tanto a directivos como a trabajadores de grandes empresas para que tuvieran un mejor rendimiento. Empresas que hoy tenían gran renombre, habían salido adelante con mucho éxito después de estar al borde la quiebra. Todo esto le dio gran prestigio y lo hizo viajar por todo el mundo junto con sus colaboradores, capacitando y dando múltiples conferencias. Así fundó la "Est-Mar", empresa que a su muerte, quedó bajo el control de uno de sus colaboradores y de Melina (su amante). Ricardo, por su parte, nunca supo que era ella y en el caso de Manuel, sólo lo intuía.

Esta razón y el hecho de que le guardara un enorme resentimiento a su padre, habían hecho que Ricardo no tuviera el menor interés en inmiscuirse en sus negocios. Todo lo que tuviera que ver con éste, respecto a números, se lo había dejado encargado a Manuel, que a su vez había puesto un contador de su confianza para que estuviera a cargo. Sin embargo, el rendimiento ya no era el mismo, debido a que muchos de ellos empezaron a independizarse y el nombre de la empresa empezó a decaer con la ausencia de su fundador.

Melina seguía resistiendo al frente de la empresa y hacía de todo con tal de seguir adelante, pero la competencia de los mismos discípulos de Esteban, la estaba rebasando. Ella era una de las mejores alumnas de su amante, si no es que la mejor, sólo que no tenía la fuerza ni el impacto que éste imprimía en cada una de sus conferencias.

Ricardo, por su parte, sólo se encargaba de recibir el dinero que el contador de Manuel le depositaba. Si la empresa desaparecía o crecía, era algo que no le importaba. Era poseedor de una de las más grandes fortunas que se podía imaginar, debido a todo lo que sus padres habían sembrado, cada uno en sus respectivos negocios.

Y ¿Qué quieres que haga? le dijo mientras cortaba y separaba los pequeños granos rojos de una granada. Hay que decir, que cuando se comía esa fruta, lo hacía con gran maestría. Primero, para abrirla, le seccionaba la cáscara con un cuchillo en seis partes, aunque ahora estaba usando el mismo filetero con el que había cercenado la almohada en la que durmió Gabriela; y ya cortada, iba tomando uno a uno los granos de la misma para saborearlos, separando con los dientes la piel de los huesillos de cada una de las semillas.