Capítulo 17

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Te veo mañana a las 5 de la tarde. El trabajo aguarda y ya no podemos esperar.

-¿Mañana, a las 5? (Dijo en voz alta)

Eran las seis de la tarde y por fin daba señales de vida, las señales que Gabriela había estado esperado desde temprano. Aunque, de seguro, no era lo que hubiera querido leer.

Era el simple mensaje de un jefe cualquiera; el que podía haber escrito un hombre como Don Enrique Galar, más no el del Enrique que ella había experimentado y que de a poco, había podido conocer. Entre ella y este aclamado e incógnito director ya no existía una simple relación de trabajo. Todo lo vivido el día anterior, había tenido un significado de mucho peso para ambos; al menos para Gabriela así había sido.

¿Por qué? ¿Cómo un hombre después de entregarse como él lo había hecho, podía ser capaz de mandar un mensaje como éste? La mayoría de los que ella había conocido sólo buscaban relaciones sin ningún compromiso, y aunque de algún modo, le resultaban complacientes, ninguno le había regalado una experiencia como ésta.

No, Don Enrique, su Enrique, no era de estos hombres. Lo que habían vivido tenía magia. Sí, es cierto que ella salió casi huyendo de aquel departamento, sin embargo, el momento del acto había sido sublime; podía decirse que había caído en las manos de un artista y que su cuerpo se había convertido en la materia prima para dicha obra.

Su desconcierto era grande, y ahora lo era más, gracias al mensaje que Ana le había enviado el día en que le colgó y apagó el teléfono. Y aunque tampoco era muy claro lo que le decía, sí le había dejado sembradas más y más dudas.

Ya no quería pensar en ello, en este instante, la rebasaba la indignación por el mensaje de Ricardo: El trabajo aguarda...

Sí, era obvio, el trabajo tenía que continuar. Y qué carajos iba a suceder con todo eso que ya no se dijo; con el sentimiento con el que su pecho se había quedado; con las ideas que estaban desordenadas en su mente.

Tanto esperar para recibir este mensaje. No sabía qué creer de la relación de trabajo, ¿en verdad había una?, ¿en verdad seguía en marcha?, pero y esa, la otra relación, parecía no tener ni pies ni cabeza. O quizás, la respuesta era mucho más clara de lo que ella quería imaginar: que todo había sido una simple aventura, (muy bien representada) y ahora, pasaba a formar parte de la colección privada de experiencias que Ricardo tenía, de todas aquéllas que anhelaban trabajar con él.

El celular salió volando hacia su cama. ¿Qué le podía contestar?

Si todo esto era cierto, y lo que decía Ana (a la que no había podía contactar desde que leyó ése mensaje) era mentira, entonces ya había logrado lo más importante que era ganarle a todas sus colegas el personaje de la nueva película de Don Enrique Galar, y ese sueño podía seguir adelante.

Pero ¿Cómo poderse explicar a sí misma, que el capítulo anterior había sido sólo una especie de ficción, un sueño que no llegaría nunca a la realidad? Se acercó a la ventana de su cuarto, en ese pequeño departamento de la colonia Madrigal, para contemplar los autos que iban y venían, sobre esa calle en la que siempre ocurría un accidente, por lo menos una vez a la semana. Veía hacia afuera y en ese momento se encontraba solitaria, como todos los días a esa misma hora; esa que por las mañanas se cubría de todo tipo de personas corriendo para poder llegar temprano a sus distintos destinos.

Se recogía el cabello con las manos mientras que sus pensamientos volaban, entonces, se dio cuenta de que había perdido su dona para el cabello, pero no importaba, un objeto tan pequeño y tan insignificante no le iba a robar ese momento.

Veía las casas que la rodeaban mientras meditaba, mientras buscaba en su pecho lo que le habría de contestar, ¿cuál sería la respuesta adecuada, para un mensaje tan vacío como ése? Al parecer la respuesta, no se dejaba escuchar. Tanto haberlo esperado, decía, y para qué...

Chay Hium (Platillo de un asesino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora