Capítulo 21

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Las seis de la tarde. La mirada de Ricardo se perdía en el reloj. El ansia de estar de nuevo con Gabriela se acrecentaba ante la espera, luego de haberle cambiado el horario de la cita.

La noche anterior, se había encontrado con un mensaje en el que la sentía fría, seca, no parecía ser la misma que él había conocido y con la que había estado intimando.

-Enterada.

Sabía bien que esas palabras, sólo reflejaba frustración, enojo, era claro (según sus juicios) que ya estaba implantada esa temible necesidad de querer ser controlada por la ilusión, por ese espejismo que él le había estado construyendo, como en un cuento de hadas. Sí, para este momento la pobre liebre ya estaba enjaulada, comiendo de su mano y más que lista para ser colgada y desollada.

La pequeña máquina de tiempo avanzaba, seis y diez. ¿Qué se pensaba esta chiquilla? nunca antes había llegado tarde, incluso tocaba a la puerta segundos antes de que diera la hora exacta de la cita. En su interior se formaba una lucha de emociones, sentía la necesidad de estrellarle en la cara todo el enojo que le producía el hecho de que lo hicieran esperar, (además de que había tenido que cortar la plática tan amena con Juan José, para poder llegar a tiempo con ella)  y a su vez, crecía más y más la necesidad de envolverla en sus brazos, con todo y que lo envolvía la terrible angustia de que se repitiera el final de la historia con Fátima y de que no pudiera hacerla suya para siempre, como lo había hecho con sus demás víctimas.

No podía hacer más... Y siguió sentado en la sala; esperando.

-Hubiera preferido que murieras, así quizás tu amor se habría quedado para siempre en mis manos. Enterarme de que un accidente te había arrebatado de mi lado, antes de saber que otra lo hubiera hecho, antes de darme cuenta de que tu amor se había diluido con el tiempo y de que se volvió tan débil como para quedarte a mi lado hasta el final de nuestros años.

Entreabrió la puerta, despacio, los gritos habían nacido del estruendo e iban acompañados de dolor, pero ahora parecían caer en calma, ahora sí podía intentar averiguar lo que sucedía.

-Gracias por tan buenos deseos. Pero puedes verlo de manera diferente, aún estoy a tu lado y en ningún momento he pensado en irme. Sí, es cierto que hubiera preferido que nunca lo supieras y que las cosas siguieran como hasta ahora por el bien de Ricardo, pero bueno, ahora esto es lo que tenemos y la decisión es tuya. Así que si decides irte, en ti recaerá la responsabilidad de dejar a Ricardo sin la familia feliz que hasta ahora ha tenido.

El pequeño de siete años no alcanzaba a comprender del todo las palabras de su padre, sus ojos, sin embargo, entendían que algo andaba mal, que la situación que estaba viviendo era real y que a diferencia de su padre, él sabía que todo estaba terminado y que ya no podía haber nada más de esa familia feliz que su papá pretendía. Su corazón se llenó de angustia, algo extraño le oprimía el pecho, los gritos habían cesado, pero estas palabras le generaban un estruendo más grande, más pesado, difícil de mantenerlo ahí dentro.

-¿Cuál, la mentira de familia en la que hasta ahora yo había creído? ¡No te das cuenta de que si todo esto se va a la mierda es por culpa tuya!

Era la primera vez que Ricardo veía de esta manera a sus padres, su madre siempre había sido una mujer fuerte, educada, correcta, llena de buenos modales y muy segura de sí misma; y su padre, era el hombre más amoroso, cariñoso, siempre lleno de detalles con su madre. No sabía en qué momento de su historia se habían caído del pedestal en el que los tenía.

-No necesitamos ahora cargarnos de culpas, eso es lo que menos importa. Lo único que te pido, es que pienses las cosas antes de tomar una decisión. Si lo que quieres es dejarme, adelante, puedes hacer lo que quieras, pero quédense en esta casa. Podemos seguir aparentando que somos una familia modelo, por lo menos para Ricardo, así, por varios años, mientras cumple la edad suficiente para que le destruyas la imagen que ha tenido de su padre. Y si quieres, tú puedes rehacer tu vida con quien quieras; ahí está tu amiguito Manuel a quien siempre le has interesado.  

Chay Hium (Platillo de un asesino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora