p r ó l o g o

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Los días de cualquier estudiante universitario tienden a convertirse en rutinarios. Sin embargo, algunos de esos días tienden a salirse de la rutina.

Este era uno de esos días para Kim Sunghye.

Había amanecido con un tono gris y lúgubre; ese típico ambiente de esos días de invierno donde las sábanas se adhieren al cuerpo. Con un tiempo en extremo acorde para un lunes donde las clases en la facultad de medicina de la Universidad de Corea comenzaban al cien por cien.

Hacía menos de una semana que Sunghye había comenzado su tercer año de la carrera de medicina en la Universidad de Corea. Y aunque la mayoría se dejaba llevar por el nombre y el prestigio de ésta, siempre existía esos días en los que ella llegaba a creer que ésta universidad y la facultad eran un portal directo con el infierno.

Y no exageraba; estaba totalmente segura que si se quedaba por los pasillos y aulas hasta altas horas de la noche, podría ver a los residentes o internos haciendo rituales páganos para pasar el semestre con vida. Y claro, algo sobrantes de cordura.

Sunghye estaba más agotada de lo normal esa mañana. Pues, su fin de semana fue un infierno, debido a todas las diligencias y encargos que tuvo que hacer para poder inscribirse donde ella deseaba.

Porque, sin importar qué, ella iba a conseguir que sus expectativas se mantuvieran acordes con sus decisiones.

No le sorprendió del todo lo complejo de aquel proceso de inscripción. Era normal que, al ingresar al tercer año de la carrera, iniciara la pesadilla de todo estudiante de medicina: Escoger el hospital correcto.

Aquel donde estén los mejores doctores para comenzar con las clases en clínica. Y la Universidad de Corea sólo daba tres grandes oportunidades, de las cuales Sunghye siempre aspiró a la mejor: El hospital central de Seúl.

Las nubes tronaron mientras ella mantenía en su semi consciente mente todo el ajetreo de una nueva semana por venir en la universidad. El sonido estruendoso hizo que saliera de su estado de seminconsciencia. Sí, hoy era su primer día en el hospital central de Seúl- Y sí, ya se le había hecho tarde.

Más dormida que despierta, comenzó a palpar entre las sabanas y las almohadas de su cama, en busca de su celular. Desbloqueó la pantalla de su smartphone, con el característico sonido de una pantalla de inicio desbloqueada, y observó las cuatro alarmas pospuestas, junto con la hora; 7:38AM.

Sunghye se enrolló aún más en sus sabanas, pensando lo mismo de cada mañana, en los últimos 22 años.

<< Cinco minutos más. Sólo cinco minutos más y me levanto>>.

En su adormilada y poca despabilada mente seguía cumplir al pie de la letra con su rutina de daca mañana. Sólo que en su mente no contaba con la cruda realidad de que únicamente le quedaba menos de una hora para hacerlo todo y así poder llegar a tiempo a la facultad.

Asimismo, como cada mañana, luego de veinte mensajes y tres llamadas de su mejor amigo, Sunghye logró despertarse al fin. Esto a la 4ta llamada que ingresaba a su teléfono.

— ¡Kim Sunghye! — no era nuevo para ella escuchar cada mañana su nombre con ese tono alarmado de voz—. Por si no recuerdas, tenemos psiquiatría a las 8:30 de la mañana— gritó con voz estridente Jung Hoseok, el mejor amigo de Sunghye en los últimos 16 años, ya acostumbrado a este tipo de rutina—. ¡Levántate! ¡Prometiste que no volverías a llegar tarde este año!

Hoseok sólo recibió un quejido ahogado, acompañado de un balbuceo de parte de Sunghye. Ella seguía creyendo que tenía tiempo. Sin embargo, olvidó un pequeño detalle: Un estudiante universitario jamás tiene tiempo de sobra. Mucho menos un estudiante de medicina.

Extrema Obsesión, Min Yoongi.[REESCRITA] [TERMINADA] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora