Capítulo I. Alexandra

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Apagué el despertador, que marcaban las 07:00, tirándolo al suelo y volviendo a meter la mano debajo de la manta. Hacía frío y fuera estaba diluviando. Era lunes, otra vez. Si esperase algo diferente, tendría ganas de salir e irme a trabajar. Pero tenía claro que iba a ser el mismo lunes monótono que el anterior y el anterior. Noté que él da una vuelta a mi lado y pasaba su brazo por mi cintura. Él. Ahora si que me daban ganas de levantarme.

- ¿Vas a trabajar?

- Sí. 

- Ven, vamos a echarnos uno antes de que te vayas - imbécil -. 

- No tengo tiempo, Andrés - salí de la habitación, cerrando detrás de mi -.

Olía a ginebra y whisky. Ayer vino borracho a las 3 y me despertó porque quería echar un polvo. Como si no se lo hubiese echado con otras antes de venir a casa. Yo no quería, pero sabía por donde podían ir los tiros si me negaba. Fue rápido, y se durmió. No tuve ni que ayudarme a terminar, como otras veces, porque ni siquiera estaba excitada. Solo quería que acabase y se durmiese, sin broncas.

Me miré en el espejo del baño. No me sentía bonita desde hace mucho y hoy no era diferente, tenía cara de cansada. A veces me pregunto cómo he llegado hasta aquí, a esta vida que no me desarrolla, casada con un hombre que ha dejado de valorarme como mujer.

Llevábamos dos años de noviazgo, antes de casarnos y en esta primavera cumplimos tres años de casados. Antes él no era así, no tanto. Teníamos nuestros problemas, pero nos queríamos. Ahora parece que ni eso, que nos hemos acostumbrado a esta mierda. Yo siempre me he enganchado a lo mejor de él y aún sigo, aunque esa parte dejó de salir hace mucho, lo compensaba todo. Pero ya empezaba a dejar de hacerlo.

Tras ducharme y vestirme, me tomé un té verde y una tostada. Cogí mi abrigo, mis llaves y mi equipaje para la semana. No dije ni adiós, ¿para qué?

***

Vivía en Sants y en época de lluvias, para los coches, las calles resultaban una ratonera. Tenía que salir una hora antes de casa si quería llegar a tiempo, lo cuál prefería antes que quedarme en casa. Lo malo, es que en el atasco siempre te da tiempo para pensar.
Empecemos por el principio. ¿Desde cuándo fue todo tan mal?

¿Qué fue lo primero? La muerte de mi madre, cuando tenía seis años.
Mi padre cambió radicalmente, se quedó muy tocado y me tuvieron que cuidar mis abuelos. Esa fue una buena etapa, me querían mucho y estaba muy agusto con ellos. Vivíamos en Barcelona. Era una buena estudiante, tenía un coeficiente intelectual y una memoria envidiables. Quise estudiar la carrera de veterinaria pero, a pesar de las becas, mis abuelos no pudieron mantenerlo, no logré hacer el tercer año.

¿Qué fue lo segundo? Irme de casa, pensando que era una carga y no quería que me soportasen más. Cuando en realidad el problema eran las deudas de mi padre, pero de eso me enteré años más tarde. Asi que, con 20 años, me mudé a Xiribella, Valencia. Viví de okupa a las afueras, trabajando en lo que se me ponía por delante: camarera, repartidora, profesora de yoga, leyendo el Tarot...
Hasta que, por suerte o por desgracia, descubrí la industria del porno o al revés, ella me descubrió a mi.

Seguramente ese fue mi tercer error pero hice algo sensato que fue meterme con un nombre falso: Daniela Blume.

Conocí a Uri, que era uno de los directores más famosos de los cortos porno más virales de Internet. Pensaba que me iba a gustar ese trabajo, porque me encantaba el sexo. Pero esa industria gira en torno alrededor del pene del actor y en torno al pene del espectador. Las mujeres solo somos un objeto, un medio que importa más bien poco. Me echaron cuando cumplí 26 años porque era demasiado mayor para lo deseado.

Domadora {Blumettra} AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora