Capítulo IV. 7

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Aquella rubia, Alexandra, me llamó mucho la atención y me desorientó bastante. Cuando la conocí en recepción parecía tan segura de si misma, tan energética; pero aquí todo eso se desvaneció. No sé que cazzo se le pasó cabeza pero pareció que huyó.

Seguía sintiendo sus dedos recorriendo mis brazos. Aunque ese contacto no dio la corriente, saltaron chispas de igual manera. Tenía la necesidad de más contacto suyo, de saber más de ella, de preguntarle por qué huía.

No había conocido a nadie que prefiriese salir corriendo antes que quedarse a solas en una habitación conmigo sabiendo quién era yo. Cuando digo nadie es: nadie, y eso me producía curiosidad. ¿No le interesaba? Su cuerpo y mirada me dieron a entender que si, pero luego huye y desmonta mis teorías. Quizá al principio solo estaba siendo amable por el trabajo.

Pensé en ella mientras me duchaba, cuando me vestía, cuando desempaqué la maleta y hasta cuando intentaba descansar un rato.

No salía de mi cabeza.

Miré el reloj y aún faltaba más de media hora para que viniese pero como no podía dormir decidí ir a su habitación a verla antes de tiempo, con la excusa de que quería que me enseñase las instalaciones. Como dice un refrán español: Si Mahoma no viene a la montaña, la montaña va a Mahoma.

Y eso hice, me levanté de la cama y me retoqué en el espejo del armario. Solo me faltaba ponerme unas sandalias. Como en la instalación había calefacción podía ponerme un vestido fino gris que me llegaba hasta los tobillos y dejaba al descubierto mis brazos, parte de mis hombros y mi espalda, pues el vestido caía en forma de V en la parte de atrás. No tenía escote pero tampoco lo necesitaba, en algunas zonas se transparentaba mucho, así que se podía ver perfectamente lo que tenía y lo que no.

No quería ponérselo fácil a Alexandra para rechazarme. No sé porqué quería empezar esta tontería de juego pero me había 'encaprichado' con ella y no iba a desperdiciar ninguna oportunidad. No quería nada serio, solamente... Pasarla bien.

Al salir cerré la puerta con llave y me dirigí hacia su habitación.

"Te archi amo, bebé" - escuché a un chico salir desde la habitación de Alexandra y se fue corriendo a meterse en otra habitación, sin darse cuenta de mi presencia al final del pasillo.

Me quedé parada un segundo preguntándome si sería su pareja o tenía algún rollo con él, y me sentí realmente fastidiada. Alexandra no iba a ser fácil y si tenía competencia aún menos.

Seguí avanzando por el pasillo hasta que llegué a su habitación.

'7'.

Golpeé mis nudillos en la puerta y la escuché gritar diciendo que esperase un segundo.

- Joder, tío, ¿tan rápido? No me ha dado tiempo ni a vest... - empezó a decir cuando abrió la puerta pero paró en seco, mirándome con cara de asombro, como si hubiese visto un fantasma.

Iba en ropa interior, con unos pantalones en la mano. Levanté las cejas, asombrada, observando su figura, las curvas tan pronunciadas de su cintura. A parte de culona, también era chichona y a mi se me caía la baba con su cuerpo. Tenía un tatuaje grande en la parte superior de su abdomen como una forma de estrella con unas formas geométricas en el centro que no me dio tiempo a observar bien porque tan rápido como abrió, volvió a cerrar de un portazo.

- ¡Dame dos minutos! - gritó desde el interior.

Yo me reí, pero en realidad estaba más cabreada que otra cosa. Eso me confirmó mi teoría de antes. Tenía algo con el chico ese. Vaffanculo si tenían algo. ¿Qué tenía ese chaval que no tuviese yo? Era delgado, por lo poco que le vi la cara tenía una barba bien recortada y una melena corta. ¿Tendría unos 25? ¿Más? Yo seguramente era más joven que él y a ella le podía ofrecer cosas que jamás otra persona le iba a ofrecer en la vida. Pero ella parecía diferente a todas las demás, ¿sería capaz de rechazar un lujo que se le ofrezca?

Domadora {Blumettra} AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora