Capítulo II. Elettra

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Entré en el establo donde estaban mis caballos. Dagda y Lolita se alegraron al verme y sacaron la cabeza, intentando llamar mi atención.

- Ya voy, stronze. ¿Para qué voy a entrar aquí si no es por vosotras?

Las tenía una a continuación de la otra, para que se hiciesen compañía siempre y en este momento me venía bien para hablarles a las dos. Les acaricié la cabeza y les di un beso.

Hoy me levanté muy temprano y ya las había sacado y cabalgado, pero ellas nunca tenían suficiente, ni yo tampoco. Me daban todo lo que las personas no me habían dado: lealtad, confianza, amor incondicional y desinteresado, mucho amor.

- Voy a entrar Dagda - abrí su puerta y me metí para poder cepillar su cuerpo. Lolita nos miraba - No me pongas esa carita, ahora voy contigo, amore.

No tenía mucho tiempo, así que le dediqué seis minutos a cada una.

- Puede que al volver os traiga un hermanito, si todo va bien -dije mientras cerraba la puerta de Lolita-. Portaos bien ¿vale? No la lieis mucho - les acaricié una última vez.

Nadie sabía lo que mis caballos significaban para mi, lo eran todo. Como siempre, acabé llorando, pero logré recomponerme antes de entrar a casa, dejando las botas de goma en el exterior. Tenía dos maletas preparadas en la puerta y a mi madre esperándome.

- Dammi un minuto - me fui a mi habitación para ponerme unos tacones. Estaba ya vestida con un body negro de tirantes y unos vaqueros ajustados que logré no manchar en el establo. Cogí mis gafas de Sol, una chaqueta y antes de ir a la entrada pasé por la habitación de las gemelas que estaban haciendo unos deberes, se habían quedado en casa hoy para despedirnos.

- Ti vogliamo - dijo Flaminia y le di un beso en la frente a cada una.

- E anche a te, amores - y me dirigí a la entrada. A papá ya lo despedí antes de que se fuera a trabajar. Abracé a mi madre muy fuerte.

Otro pilar fundamental en mi vida era mi familia. Ella junto a una o dos amigas de la infancia, han sido las únicas personas que siento que me quieren de verdad, por ser Elettra y no Lamborghini.

Se me escaparon algunas lágrimas que mi madre limpió.

- Dare un abbraccio a Givebra quando arriva dalla Colombia, okay? - Luisa asintió y me acarició el pelo. A ella también le costaba despedirse.

- Mi mancherai quando sarai a España.

- Oooh, mamá. ¡Yo también! - le di un último abrazo-. ¡Ti manderò un messaggio quando arrive! -le grité antes de meterme en el taxi que me estaba esperando-. Al aeroporto Guglielmo Marcani - le indiqué al taxista.

Aunque sea italiana, siempre he dicho que me siento latina y me encanta el español. En mi cabeza pienso en español y aunque no lo controlo a la perfección, me defiendo muy bien. Aunque no encontrase un buen trabajo en España me gustaba ir de vacaciones, a la feria de Sevilla, a resolver asuntos de empresa, etc. 

Esta vez mi viaje sería algo más personal. Siempre he querido un pura sangre español porque, además de bonitos, fornidos y con una cola y melena abundantes y espectaculares, son buenos para las competiciones. Desde pequeña he practicado la hípica y, en dos ocasiones, he tenido el honor de montarme en un pura raza. Me parecen maravillosos.

- Ms? - el taxista llamó mi atención. Ya habíamos llegado a la terminal -. Sono 23 euros - dijo al bajar del coche y sacarme las maletas. Le di dos billetes de 20 y entré.

Estaba esperando sentada, aún quedaba un cuarto de hora cuando me sonó el teléfono.

- ¿Hola? - era Pedro. El señor de la finca española donde iba a comprar el caballo.

Domadora {Blumettra} AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora