Capítulo XI. Complicaciones.

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Aunque al principio pareciese una locura, follar en el despacho de Aída con Elettra a modo de vendetta, fue lo mejor que se le pudo ocurrir. Y lo más satisfactorio. Estaba ya cansada de esa señora, de sus palabras de odio hacia mí, cuando yo lo único que yo había hecho, hasta el momento, fue querer a Andrés y hacer bien mi trabajo

Un trabajo que peligró en múltiples ocasiones por la culpa de ella y de Andrés, pero Pedro estaba de mi lado. Habíamos tenido muchas charlas y, según él, yo era una de sus mejores trabajadoras.

Recordé una de nuestras conversaciones.

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- Andrés está dando muchos problemas viniendo aquí, no sé si es buena idea seguir trabajando - agaché la cabeza sin que mis piernas parasen de temblar por los nervios.

- A ver, Alex. ¿Tú sabes los problemas que me da Aída? - me reí -. No te puedes hacer una idea, te lo aseguro. La familia San Nízar es difícil de tratar, pero al final estableces una relación amor-odio con ellos y aprendes a tratarlos.

- ¿Y por qué sigues con ella?

-¿Por qué sigues tú con Andrés? - levanté la cabeza para mirarle.

No supe qué decir.

- Conocemos su parte buena y siempre nos agarramos a ella porque es maravillosa. No la podemos soltar - empecé a llorar y le abracé -. Quizá nos parezcamos más de lo que imaginas. No puedes irte, si dejas el trabajo significaría que tiras la toalla.

- No puedo rendirme - lo solté y me limpié las lágrimas con un pañuelo que me prestó.

- Y, sobretodo, no dejes que cruce barreras que no debe cruzar.

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Debí hacerle más caso en ciertas ocasiones. Era increíble lo que me había aguantado ese señor, pero en realidad estábamos en la misma situación, aunque en lo mío ya hubiese perdido las riendas y él parecía que conseguía domar lo suyo.

No solemos hablar mucho, solo de vez en cuando sacábamos unas sillas al exterior para ver cómo anochecía mientras él se fumaba su particular puro. A veces, incluso, en completo silencio, porque solo queríamos eso, un poco de tranquilidad... y nos entendíamos.

***

Había estado toda la tarde haciendo el trabajo de por la mañana, que no lo pude hacer por el parto de Francis. También entrené con Ivonne, la cual estaba muy contenta con mi concentración y actitud ese día.

Había mejorado bastante, y esperaba quedar entre unos de los tres primeros puestos en la competición ya que el premio era un extra en la nómina y así tendría más ahorrado. Aún no sabía qué hacer con mi situación, solo sabía que cuanto más ahorrase mejor.

Antes de acabar la jornada, me pasé a revisar a Francis, que estaba estupendamente y acostumbrándose a estar en el mundo, después de haber estado casi 11 meses en la barriga de su mamá, la cual estaba débil por el esfuerzo pero era lo normal.

Al llegar a mi habitación, vi una caja azul no muy grande en mi cama. No había señales de nadie en la habitación, solo me fijé que ya no estaban las fotos que Andrés tiró ayer y me puse bastante nerviosa.

Fui rápida a abrir la caja y me llevé la sorpresa de mi vida. Las fotos estaban perfectamente enmarcadas en marcos que complementaban muy bien con ellas. Me puse a llorar viéndolas.

'Lo siento, lo siento, lo siento...' - le dije a mis abuelos a través de la foto y la abracé.

Respiré profundamente limpiando mis lágrimas con el borde de la camiseta. Me arrodillé frente a la cama y fui sacando los marcos, inspeccionado cada detalle y cuando llegué al fondo vi un sobre que abrí. En él estaban las mismas fotos que estaban enmarcadas, pero más pequeñas y sueltas, junto a una nota.

Domadora {Blumettra} AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora