Ese momento en el que estás tranquila. Repentinamente, sientes los ojos llorosos y tienes esa expresión, a veces poco notable y otras realmente notable,de disgusto. Después, no lo soportas y se te dificulta la respiración, suspiras y tus labios tiemblan.
Un fruncido ceño aparece. Sale una, dos... tres lágrimas y explotas internamente.
Por dentro estás muerta, por fuera tienes la cara sin expresión alguna, con los rastros de lágrimas marcadas en ese estúpido corrector que te pones para tapar esas imperfecciones que, realmente no tienes. La punta de la nariz, rosada. Mejillas, rosadas. Pestañas secas y pegadas por las lágrimas.
Te duele la cabeza.
Te restriegas en la pared, en una almohada y gritas. No sabes ni porqué sueltas ése grito tan desgarrador, ¿será porque estás sola, o porque estás sola?
La verdad, es que ya no es necesario tener una razón para llorar, lo haces por estar harta de todo,quizá. Ya no entiendes nada. Pero sabes que lo necesitas.
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Son los sentimientos de una fruta.
DiversosPorque las frutas adorables, por dentro pueden estar muy podridas. Demasiado podridas, diría yo.