—Aparta y déjame entrar en mi habitación —refunfuñó Louis pasándose nerviosamente las manos por el pelo y sin mirarla a la cara.
— ¿Se puede saber qué te pasa? Nos hemos besado y... yo... bueno, a mí... me ha gustado. Mucho. —Ella intentó acariciarle la mejilla, pero él se apartó como si le hubiera quemado.
—Leila, apártate, me quiero acostar. Estoy cansado, y lo que ha pasado abajo es sólo una muestra más que evidente de lo mucho que necesito dormir, así que apártate y vete a la cama. Mañana será otro día y los dos nos habremos olvidado de esta tontería. —Levantó la ceja y, con una mano, intentó que se hiciera a un lado.
—No. No pienso moverme hasta que me contestes una pregunta. —A Leila empezaba a temblarle la voz. Quizá todo lo que había sentido mientras se besaban estaba sólo en su imaginación. Pero no, ella había notado cómo a Louis le latía el corazón, cómo se le aceleraba el pulso, así que tenía que saberlo—. ¿Por qué sientes haberme besado?
Entonces él la miró, se mesó el cabello por enésima vez, respiró profundamente y contestó:
—Lo siento porque ha sido un error, una tontería. El cansancio, la cena, el vino, esa camisa roja. Un error. Yo no puedo hacer esto. No contigo.
—No ha sido ningún error. —Y diciéndolo, le rodeó el cuello con los brazos y volvió a besarlo. Él se resistió unos segundos, pero en seguida respondió al beso con todas sus fuerzas.
—Leila, para. Si no paras tú, yo ya no podré hacerlo.
Louis dijo esas palabras mientras, con una mano, le desabrochaba los botones de la camisa, y con la otra abría la puerta de su habitación.
— ¿Y quién te ha pedido que lo hagas?
Ella le lamió el cuello y empezó a levantarle la camiseta. Una pequeña parte de su cerebro le dijo que al día siguiente se arrepentiría, pero con los labios de él recorriéndole la clavícula, descartó esos pensamientos por completo.
Louis sabía que aquello no estaba bien, que Leila se merecía mucho más de lo que él estaba dispuesto a darle en esos momentos, pero Dios, había intentado ser noble y ella se lo había puesto muy difícil. Debería apartarla, encerrarse en su habitación y no salir de allí hasta que supiera si estaba dispuesto a arriesgar su corazón por Leila. Sin embargo, ahora, lo único en lo que podía pensar era en que su cuerpo la necesitaba; necesitaba sentir que ella le deseaba, sentir cómo sus manos le recorrían el cuerpo, cómo ella le entregaba un poco de su alma. Dios, qué egoísta era. Tenía que apartarla sin perder un instante, mientras aún tuviera fuerzas.
—Leila, princesa. —Le cogió las manos y las apartó de su abdomen, pero ella se soltó y las colocó encima de su entrepierna. - No puedo.
— ¿No puedes qué? —Le besó la mandíbula.
—Esto... —Louis la miró a los ojos, y al ver el calor que brillaba en ellos, se rindió—. Bésame.
Y ella lo hizo.
Los dos se buscaron frenéticamente, con sus labios, sus manos, su piel. Era como si no pudieran respirar el uno sin el otro. Se desnudaron en segundos, sin delicadeza, con prisa, sin importarles nada más a ninguno de los dos.
Cuando estuvieron desnudos, Louis se detuvo un segundo para observarla.
—Eres preciosa. Ven aquí. —Cogió una caja de preservativos sin abrir—. ¿Estás segura? —preguntó una última vez antes de tumbarse a su lado.
—Cierra la boca —fue la única respuesta que obtuvo antes de que Leila se sentara encima de él y lo besara.
Louis no pudo aguantar más; llevaba cinco semanas en un estado de permanente excitación y al sentir su piel desnuda junto a la de él, su cuerpo tomó el control, entró dentro de ella y perdió la poca cordura que le quedaba.
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Nadie como tú [l.t]
FanfictionLuego de perder al amor de su vida, a Louis no le queda más remedio que luchar para recuperarla. [29.05.18] #15 en 'Louisfanfic' #434 en 'Lovestory' #540 en 'Decepción' #586 en 'Tomlinson' Cover by Hemmingslost.