Capítulo 19

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Leila se despertó y se dio cuenta de que Louis ya no estaba. Al principio se asustó, y por un instante pensó que quizá ni siquiera había ido a dormir, pero vio que la ducha aún estaba mojada y que en la cocina había una taza usada. Ese día se encontraba ya casi recuperada del todo, así que no dudó en arreglarse para ir a trabajar. Estaba contenta, tenía ganas de volver a ver a Jack y a Amanda, y seguro que esa noche ella y Louis podrían salir a cenar. Era el día en que regresaba Sam, Clive por tanto se iba y todo volvería a la normalidad.

Al llegar a la revista, Ed, el portero del edificio, le dio dos besos y le preguntó qué tal estaba. Todos la recibieron del mismo modo y Leila se emocionó al ver que durante esos meses había hecho tantos amigos. Salió del ascensor en su planta y, tan pronto llegó a su sitio, apareció Jack.

— ¿Se puede saber qué haces aquí? —preguntó él fingiendo estar enfadado—. Tendrías que estar en la cama.

—No te enfades. —Ella lo abrazó afectuosamente—. Si me quedo en casa un día más creo que me volveré loca. Además, hoy es viernes, tengo todo el fin de semana para descansar de las horribles tareas que me mandes hacer.

—Está bien. Pero si Louis intenta matarme, tendrás que defenderme —accedió Jack—. Y tienes que prometerme que si te duele la cabeza o la espalda te irás a casa.

—De acuerdo. —Leila se sentó y encendió el ordenador—. ¿Qué quieres que haga?

Jack se sentó a su lado y, justo cuando iba a enseñarle los archivos que quería que revisara, se abrió el ascensor y Louis apareció en la planta.

—Creo que es peor de lo que me imaginaba —susurró Jack—. Nunca lo había visto con esa cara.

Louis buscó a Jack con la mirada y, cuando se dio cuenta de que Leila estaba allí, se lo vio aún más enfadado.

—Dios, creo que va a estallar —comentó Jack, que empezaba a temer por su integridad física.

Leila también empezaba a preocuparse. Louis atravesó la sala con paso firme, sin apartar la mirada de ella. En la mano derecha llevaba una revista que tiró encima de la mesa justo al llegar donde estaban ellos.

— ¿Quieres explicarme esto? —le preguntó a Leila sin mirar a Jack.

Ella cogió la revista y miró el artículo. Louis vio cómo le cambiaba la cara en el mismo instante en que se dio cuenta de lo que estaba leyendo.

—Es tu artículo —contestó paralizada—. ¿Cómo es posible?

—Dímelo tú —respondió Louis, que empezó a notar cómo se le hinchaba la vena que le cruzaba la frente—. Tú y Sam erais los únicos que sabíais lo de mis artículos de reserva.

Al ver que Leila no contestaba y que Louis parecía estar a punto de perder los estribos, Jack se atrevió a preguntar:

— ¿Se puede saber de qué estás hablando?

Louis lo miró como si hasta entonces no se hubiera percatado de que estaba allí, y respondió:

—La señorita Leila Martí es quien nos ha estado robando los artículos. De eso estoy hablando.

Ella abrió la boca de par en par y sintió cómo los ojos se le llenaban de lágrimas. ¿Que ella había robado los artículos?

—Louis, eso es imposible —contestó Jack antes de que Leila pudiera decir nada.

— ¡Imposible! ¡Y una mie&$a! —Louis volvió a mirarla a ella—. Leila, ¿te importaría explicarnos a Jack y a mí qué hacía Steve Gainsborough el miércoles en mi casa? —Louis vio cómo ella retrocedía un poco—. ¿O qué hacíais los dos juntos en el café Meridien hace unas tres semanas? O, mejor aún, ¿por qué no me cuentas por qué me mentiste cuando te pregunté adónde habías ido?

Nadie como tú [l.t]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora