Capítulo 17

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Llegó el lunes, y Leila y Louis seguían sin haber hablado del tema. La fiesta en casa de Michael acabó muy tarde, y el domingo se levantaron más tarde de las diez y se quedaron todo el día en casa sin hacer nada. Él pasó casi toda la tarde con el ordenador, fingiendo trabajar, y ella intentó leer el último libro que se había comprado. Era como si los dos hubieran decidido que, de momento, era mejor dejar esa conversación.

Leila se alegró de volver al trabajo. Al menos allí, al estar tan ocupada, no pensaba tanto en su relación con Louis. Se sentó a su escritorio y, al encender el ordenador, se encontró con un e-mail de Steve; en él le pedía si podía mandarle los artículos que les habían robado y las fechas en que se publicaron en 'The Scope'. También le decía que creía haber averiguado algo, y que se lo contaría el miércoles cuando se vieran. A Leila no le fue difícil dar con todos los artículos y respondió al e-mail en seguida. Llegó la hora de comer, y Jack y Amanda fueron a buscarla. Esos almuerzos se habían convertido en uno de los mejores momentos del día, y si al final tenía que irse a Barcelona, Leila iba a echarlos mucho de menos. Fueron a una cafetería que quedaba muy cerca de la revista.

—Dime, Amanda, ¿echas de menos a Sam? —Preguntó Jack—. ¿Cuándo regresa de Escocia?

—Esta semana, y no, no le echo de menos. —Amanda se rió—. Bueno, un poco sí. La verdad es que estoy harta de ver a Clive merodeando por aquí.

— ¿Clive está aquí? —preguntó Leila, preocupada al pensar en lo incómodo que éste hacía sentir a Louis.

—Sí, llegó el miércoles pasado. Me extraña que no haya ido a husmear por vuestra sección. —Amanda dio un sorbo a su café—. Se pasea por los despachos de arriba como si ya fueran suyos. Me pone los pelos de punta.

—Me pregunto qué demonios estará haciendo. —Jack fue a pagar—. No sé por qué no se queda en Nueva York y nos deja en paz para siempre.

—Ojalá —añadió Leila, pensando que quizá por eso Louis había estado tan raro los últimos días.

—Bueno, por suerte Sam regresa ya esta semana, y entonces nos libraremos de él. —Amanda se levantó—. Tenemos que irnos. No quiero que ese impresentable tenga motivos para reñirme.

—Claro. Vamos.

Los tres salieron del local y empezaron a caminar hacia la revista. Amanda y Jack iban un paso por delante de Leila, que para variar iba pensando en sus cosas. No podía quitarse de la cabeza la sensación de que algo no iba bien. Estaba nerviosa por lo del reportaje sobre el padre de Louis, y cada vez la angustiaba más haberle mentido sobre su encuentro con Steve. Lo mejor sería contárselo todo. Leila no vio que el semáforo estaba rojo, ni tampoco la moto que salió de la esquina. Sólo sintió el golpe y oyó cómo Amanda gritaba. Luego nada.

—¡Leila! —Amanda estaba arrodillada a su lado, junto con un montón de gente. Entre ellos estaba el motorista, que se había quedado pálido del susto y no dejaba de disculparse—. No te muevas.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó ella aturdida. Estaba tumbada en el suelo, en mitad de la calle. Le dolía la espalda, la cabeza y no podía mover la mano derecha.

—Has cruzado en rojo y sin mirar —respondió Amanda angustiada—; el motorista no ha tenido tiempo de frenar. Por suerte, ha logrado esquivarte en el último momento, pero te ha tirado al suelo. ¿Cómo te encuentras?

—Creo que me he roto la mano derecha —contestó Leila—. Y me duelen mucho la cabeza y la espalda.

—Tranquila. Ya viene la ambulancia, y Jack ha salido corriendo a buscar a Louis. —Amanda le cogía la otra mano—. No te preocupes. Suerte que no era un coche, o una moto más grande, no sé qué habría pasado entonces.

Nadie como tú [l.t]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora