Capítulo 10

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Leila se pasó todo el fin de semana con Nicholas, pero no se quedó a dormir en su casa porque, a pesar de que él se lo había ofrecido, no quería que cuando ella se fuera Louis y él dejaran de ser amigos. Nicholas la consoló lo mejor que pudo, y le dijo que estaba seguro de que Louis también lo estaba pasando muy mal, si no, no le habría hecho ese comentario tan desagradable sobre ellos dos. Ella no estaba tan segura.

Leila no tenía ni idea de lo que Louis había hecho durante el fin de semana. Lo único que sabía era que había dormido en el piso, porque tanto el sábado como el domingo por la mañana vio que se había duchado. De no haber sido por ese detalle, habría creído que no estaba. Aunque apenas había dormido en los últimos dos días, el lunes por la mañana se levantó, se vistió y se fue a trabajar como siempre. Leila no iba a permitir que su historia con Louis le estropeara también eso. Trabajar en la revista le gustaba realmente; sus compañeros eran fantásticos y estaba aprendiendo mucho. No quería que nadie se diera cuenta de que tenía el corazón hecho añicos. No porque se avergonzara, sino porque no quería que Louis se enterara. Si él era capaz de ignorar lo que había entre ellos dos sin parpadear, ella no iba a ser menos. Así que, cada noche, se repetía a sí misma que estaba a punto de lograrlo, que al día siguiente ya no tendría tantas ganas de abrazarlo, y que cuando lo viera ya no se le aceleraría el corazón.

Por su parte, Louis estaba agotado. Se había pasado prácticamente todo el fin de semana escondido en el gimnasio. No pensar en Leila lo estaba consumiendo y ya se le estaban acabando las ideas. Se levantaba antes que ella, pero el cuarto de baño estaba repleto de sus trastos, y cada día tenía que controlarse para no oler su champú o su colonia. Nunca lo lograba. Los olía. En la revista, estaba un poco mejor, pero cuando alguien le comentaba lo bien que Leila hacía su trabajo o lo dulce que era, volvía a empeorar. Por suerte, ella parecía ser capaz de ignorarlo, y casi no le dirigía la palabra, porque cuando lo hacía, Louis tenía que concentrarse en no mirarle los labios y pensar en lo bien que sabían. Para evitar encontrarse con Leila en el piso, de noche iba al gimnasio un par de horas a ver si así se cansaba y podía dormir, pero ni así lo lograba. Lo único positivo de todo aquello era que, a ese ritmo, recuperaría los abdominales de cuando tenía veinte años. Al salir del gimnasio se compraba algo de comer e intentaba prepararse para el peor momento del día: entrar en casa. Cada noche se decía a sí mismo que estaba a punto de lograrlo, que al día siguiente ya no sentiría esas ganas de besarla, y que cuando la viera ya no se le aceleraría el corazón.

El miércoles, Leila estaba almorzando con Jack y Amanda en una cafetería al lado del trabajo y Jack le cogió la mano, la miró a los ojos con cara de preocupación y le preguntó:

—Leila, ¿qué pasa con Louis?

Haciendo uso de sus recientemente adquiridas dotes dramáticas, respondió:

—Nada, ¿por qué lo preguntas?

— ¿Nada? —Jack le soltó la mano enfadado—. ¿Cómo que nada? ¿Acaso no lo ves? ¡Está agotado, más delgado y con un humor de perros!

—Leila, Jack tienen razón, algo le pasa —añadió Amanda—. Estamos preocupados por él. Es nuestro amigo, y no tenemos ni idea de lo que lo tiene tan agobiado. Además, con los problemas que tenemos ahora en la revista necesitamos que esté al cien por cien.

Leila necesitó unos segundos para procesar toda la información. Ella sabía que era imposible que ellos supieran nada de su relación —Louis nunca se lo habría contado, y Nicholas había jurado guardar el secreto—, así que no tenía ni idea de qué estaban hablando.

— ¿Qué tipo de problemas? —A Leila ya le estaban sudando las palmas de las manos.

—Bueno, no sé si debería contártelo, es una especie de secreto, pero ya que eres tan amiga de Louis, supongo que puedo confiar en ti —dijo Amanda—. ¿Conoces la revista 'The Scope'?

Nadie como tú [l.t]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora