Capítulo 34.

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Maltrato físico y palabras altisonantes.

James's POV.

-¿Cómo dices?

Estaba tratando de asimilar la nueva mierda que Louis me decía, pero por más que lo intentaba no me podía convencer.

-Lo que acabas de escuchar, James. Marco retiró la orden del requerimiento, ya no habrá juicio hermano.- su voz irradiaba completa felicidad.

Yo no terminaba de tragarme el cuento del hombre bueno que Marco decidió ser de un día para otro. Pero tenía que estar preparado, probablemente su plan es que baje la guardia para poder atacar.

-Bien, supongo entonces que al darse cuenta que no tenía oportunidad contra nosotros decidió darse por vencido.- comentó mi padre.

-Lo dudo, pero igual debo estar al pendiente.- murmuré perdido.

(...)

-Señor Kinnaird.

-Sí, Gladis.

-La señorita Baeza está en recepción.

-Y ¿Por qué no sube?

-Tiene un problema.

No hizo falta preguntar cuál era ese problema. En el pasillo se escucharon unas cuantas suplicas y finalmente la puerta de mi oficina se abrió de manera brusca.

-Señor Falcao.

Gladis bajó la mirada y se disculpó para salir de la oficina. La morena estaba casi colgada del brazo de Marco.

-Señor Kinnaird, yo...

-Está bien, preciosa. Déjalo pasar.

Sus mejillas se sonrojaron, inmediatamente sonrió y bajó la cabeza.

-Sí, señor.- dio una mirada de advertencia a Marco y él solo sonrió.-No hagas nada estúpido.- murmuró al brasileño.

-Yo también te amo.- susurró el idiota.

Cuidado con lo que sale de esa boca, Marco o puedes perder la lengua.

Gabriela salió de la oficina, nuestras miradas viajaron directamente a la cara del otro.

-Toma asiento, Marco.- dije mientras tecleaba algo en mi Mac.

-Gracias.

Levanté la vista y cerré mi Mac, esto era probablemente la primera conversación o el inicio de una, en la que ninguno se había insultado.

Por lo menos no en voz alta.

-Y bien ¿a qué le debo el honor de tu visita?

Sonrió.

Extrañamente mi voz no tuvo ni el más mínimo tono de sarcasmo.

-Como ya te habrás dado cuenta, retiré la orden de requerimiento y no habrá juicio.

-Sí, Louis me lo dijo anoche. Aunque, aún tengo la duda de porque lo hiciste.

Unos leves toques en la puerta nos hicieron voltear a ambos.

-Adelante.

Entró la morena.

-Señor Kinnaird, la señorita Oranday está...

-Aquí.- irrumpió la ojiazul.- Gracias, cielo.- se dirigió a Gabriela, quien estaba saliendo de la oficina.- Kinnaird controla a tus gorilas, casi maltratan mi bolso carísimo.

Sonreí. Esa maldita flaca demente.

-¿Qué quieres que les diga?, solo están haciendo su trabajo.

Loco Posesivo © |Editando.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora