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—¡Apresúrate, Zayn!—habló el hombre de cabello cobrizo molesto y fastidiado. Sus piernas ya dolían de tanto caminar, a pesar de ejercitarse las bolsas comenzaban a pesarle, quería llegar a casa y descansar pero al parecer a su novio no le importaba.
Volteó a ver si el moreno lo seguía y se molestó aun más al verlo muy entretenido mirando los helados. Resopló y caminó hacia él tomándole la mano fuertemente y arrastrándolo a la salida.
—¡Daddy me lastimas!
—Has estado así todo el día
—Pero quiero un helado
—Ya te comiste uno ese rato
—Tú lo haz dicho, hace rato, quiero otro
—No
—Quierooo—hizo un puchero
—Ya dije que no y no es NO
—¡Quiero un helado, quiero un helado!—pateó al piso haciendo su berrinche
—Deja de ser un malcriado o dejaré todo lo que te compré
—Pe-pero...
—Estás castigado, sabes que odio que seas así—Zayn sintió un nudo en su estómago, de verdad lo había hecho enojar.
Caminó con la cabeza gacha, jugando con sus dedos y sintiéndose culpable. El solo quería un helado pero a veces no podía controlarse, se sentía ansioso cada vez más pero ya no quería molestar a su Daddy.
Liam metió todas las bolsas de compras en los asientos traseros de su camioneta, cual compró hace unos meses atrás.
En el camino no dijo absolutamente nada, Zayn estaba calladito y asustado de lo que fuera a hacer Liam con él.
En unos cuantos minutos llegaron a la casa, esta era más grande y bonita muy cerca de su restaurante.
Desviando un poco el tema, exactamente unos cuatro años atrás se enteró que la cafetería de su niñez cerraría pues los señores que la atendían eran muy viejos como para seguir teniéndola y no había ningún familia que se hiciera cargo de ella. Liam se la compró e hizo un restaurante más grande y con comida variada, al principio no iba yendo bien pero conforme pasaron los meses la gente frecuentaba el lugar. Así pudo mantenerse y mantener a Zayn, comprar lo que más necesitaba y después tener todo lo que quería sin dejar de invertir en su restaurante.
