X. Fallan buscándose

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Casi nadie más había llegado a esa clase, solo eran unos pocos. Así eran las últimas semanas de clase en la universidad.

Demian estaba aburrido, sentado en su banca, esperando que algo sucediera y León estaba sentado en la mesa de enfrente matando tiempo jugando con una pelotita de goma.

—León —lo llamó.

—What happen, my little friend?

—Necesito que me ayudes.

— ¿Ayudarte en qué?

— ¿Recuerdas que... cuando íbamos en la secundaria hicimos una máquina del tiempo?

—Recuerdo vagamente. Era un trasto inútil, en verdad. ¿Llegó a funcionar?

—Sí, sí funcionó.

— ¿De veras?

—Sí, pero...

—Pero... ¿Qué?

— ¿Podemos hacerla de nuevo?

— ¿Cómo crees? —rió con ganas.

—Es que necesito volver.

— ¿Volver a dónde? —detuvo su risa al ver que su amigo hablaba muy en serio.

—A la Inglaterra del siglo XVII.

— ¿Y si te pierdes?

— ¿Qué importa? No hay nadie que me espere aquí. No soy requerido.

—Oh vamos, no digas eso.

—Es cierto. Date cuenta. No soy importante para nadie. Mi madre murió hace un par de años, mi hermana tiene 22, tú estás por casarte y hace mucho que no tengo vínculos entrañables con nadie.

—Pero, Demian...

—Te voy a ser sincero: En estos días lo único que hago es llorar y no tengo más que pensamientos suicidas. Hazme un favor y mándame al pasado porque quizá sólo allá logre ser feliz.

—Demian...

—Sólo dame una oportunidad.

—Está bien.

Les costó mucho trabajo encontrar los planos. Ninguno de los dos recordaba que los habían dejado en la casa de la madre de León.

Tras varias semanas de construir, finalmente el 20 de diciembre fue que lograron conectar la máquina y hacer que funcionara correctamente.

En todo ese tiempo, León no paraba de recordarle a Demian que podía hacer una buena vida y que no todo estaba perdido, pero no le hizo caso. Intentar engañarse de ese modo a sí mismo era caer demasiado bajo.

—Supongo que esto es todo —le dijo León.

—Sí, probablemente sea todo —contestó con dificultad.

— ¿Estás seguro de esto?

—Nunca en mi vida he estado más seguro.

—Pues bien, marinero, le deseo la mejor de las suertes. Espero verlo pronto —le tendió la mano.

—Que así sea —le estrechó la mano—, en alguna otra vida.

Lo miró por unos momentos y finalmente le dio un abrazo. Era lo mejor que podían hacer, después de todo, eran amigos de siempre e ignoraba si en verdad lo volvería a ver.

León encendió la máquina y Demian entró sin más.

—Au revoir —le dijo volteando una vez más hacia atrás antes de desaparecer en el portal.

En el portal creyó ver a su Mária.

Fueron tan solo unos segundos. Como si hubieran sido arrastrados por diferentes corrientes a diferentes extremos.

Estiraron los brazos tratando de alcanzarse, pero por más que lo intentaron, no llegamos ni a tocarse.

A la vez que Demian viajaba al pasado, Mária viajaba al futuro.

Querían encontrarse el uno al otro.

Y la verdad es que no lograron encontrarse porque mientras él tuvo que morir en la guerra de Revolución de Inglaterra en el pasado, ella murió atropellada por un auto rojo en el futuro.

Tratando de encontrarse lo único que hallaron fue su desgracia, y sin quererlo, su propia muerte.

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