XXX. El consuelo para él

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Era su alma, su cuerpo.

Pobre infeliz...

Llevábamos casi dos semanas de clases y al menos una docena de chicos ya la habían invitado a salir.

Era bonita, no lo niego, pero no era mi tipo. Era más como del tipo de Demian. Para mí, León Izarregui, las niñas más bonitas eran como Crystal.

Curiosamente la chica nueva era como la mejor amiga de la chica que había estado intentando invitar a salir desde hacía un año.

Teníamos charlas insignificantes. Que si la tarea de historia, que si la escuela quedaba muy lejos de nuestras casas... Pero ya, lo había decidido, tenía que invitar a salir a Crystal. No iba a desperdiciar ni un momento más.

Había aguardado demasiado el momento perfecto cuando lo que debí hacer desde un principio era tomar el momento y hacerlo perfecto.

Salí despacio del salón de artes para dirigirme al laboratorio de química, donde tenía mi siguiente clase con ella.

El maestro estaba loco y nos obligaba a sentarnos por orden alfabético. Toda una desgracia para mí, puesto que Izarregui quedaba muy lejos de Vuillard, y por ende nuestras mesas también.

Pasó media hora en la que estuve pensando en la mejor manera de invitarla a salir. De repente el maestro dijo que, debido a falta de materiales para no sé qué cosa, teníamos el resto de la clase libre.

Perfecto, León, pensé, es tu oportunidad. Vas.

Recogí rápidamente mis cosas y caminé hacia Crystal.

—Hola —saludé tratando de sonar tranquilo, pero no hice más que asustarla, haciendo que cayeran su lapicera. Los lápices volaron en todas direcciones—. Lo siento —dije de inmediato agachándome a recoger sus cosas—. Fue mi culpa —tartamudeé.

—No, fue cosa mía —se hincó junto a mí recolectando los colores.

Los dos nos encontrábamos recogiendo sus cosas cuando nuestras cabezas chocaron, haciendo que notara la proximidad que había entre nosotros.

Nos miramos y ella sonrió. Al devolverle la sonrisa ella se sonrojó, pero estoy seguro que no más que yo.

No pudo ser más de 1 minuto, pero fue el momento más intenso de mi vida.

Nos levantamos despacio, le entregué sus colores, ella me susurró unas débiles gracias y supe que era mi momento.

—Crystal, este... Yo me estaba preguntando si... —me detuve. Había pensado todo el rato cómo acercarme a hablar con ella, pero ni se me ocurrió a dónde rayos iba invitarla a salir.

— ¿Si...? —me miró dulcemente y quedé idiotizado.

—Si te gustaría salir a algún lado conmigo.

— ¿Algún lado?

—Sí, bueno, no sé a dónde te gustaría ir. ¿Qué tal el parque de diversiones?

—El parque de diversiones me va perfecto.

— ¿Eso significa que "Sí" a salir?

—Sí, claro —hizo una pequeña pausa, como pensando algo—. ¿Mária puede venir?

— ¿Mária? Sí, si me dejas invitar a mi amigo Demian...

—Muy bien —rió.

—Ok... ¿El sábado?

—11 de la mañana, en la entrada del parque.

—Perfecto. Entonces... mañana te veo.

Para ese momento ya todos habían salido del aula.

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