Ella lloró todas las noches bajo ese árbol de manzanas.
Cada mañana desde que él se fue, ella amaneció tendida bajo ese árbol de manzanas.
El francés la quería y la cuidaba, pero no se comparaba con aquél español.
¿Cuánto más podría vivir así? ¿Dónde estaba él?
Ella lo buscó por todos lados, preguntó en el viejo bar, pero nadie lo recordaba. Para el mundo era como si él nunca hubiese existido.
Así, sin más. ¿Y qué hacía entonces?
A algún lugar debía haberse ido, no pudo sólo desaparecer.
Su nombre estaba cicatrizado en su piel. No dolía el recuerdo, le dolía la ausencia.
¿Qué con su amor? ¿No lo prometieron?
No pasaba día que no lo pensara ni noche que no recordara que alguna vez la hizo suya.
"¿Y ahora qué?", se repetía sin parar. ¿Por qué el miedo la dominó cuando pensó en fugarse con él? Ella sólo quería cuidarlo, pero ahora recordaba "El que no arriesga no gana".
Por eso ella decidió escapar de su supuesta vida. En algún lugar él debía estar. Sin una nota de explicación, pues ya le parecía estúpido.
5 países después y ya se había acostumbrado a caminar sin descanso, a no poder comer diariamente, a dormir en cualquier sitio aún estuviera lloviendo o nevando, a preguntar por él en todos lados.
Su solución fue básicamente un accidente.
Se acostó sobre la nieve y a lo lejos vio algo parecido a un portal. Al acercarse a él escuchó un rumor que le pedía entrar en él.
Tenía miedo, pero tenía más miedo nunca volver a ser feliz al lado de su amado.
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Viajantes
FantasyUn ser con habilidades extraordinarias se encontraba solo y aburrido en algún lugar. Para matar su hastío creó una senda y esperó. Ésta en realidad era una senda que NO debía ser recorrida por nadie, a menos que no le importase dar su existencia par...