Viajantes

XXII. Y si él no la hubiera vuelto a ver

¿Qué sentido tenía seguir viviendo sin ella?

Ahora no podía ni verla. No debí regresar. Al menos debí quedarme a ver si alguna vez ella iba a verme. Pude vivir toda mi vida trabajando en la misma taberna sólo por saber que de vez en cuando podría verla. Imaginando que ella aceptara escapar conmigo.

Y en vez de eso, había regresado al lugar en el que nadie me necesitaba y en el que no era ni ínfimamente feliz.

Perdí lo único que me había hecho dichoso. La perdí y no había forma de volver.

León ya no quería ayudarme a construir otra máquina porque tenía miedo de que esta vez no pudiera volver. ¿Pero quién maldita sea le había dicho que yo quería regresar?

Y yo... Yo solo no podía Siempre se lo había dicho a León: "Yo no soy un buen inventor". Y la prueba de ello residía en que no podía hacer una máquina igual, o remotamente parecida.

¿Y qué pasaba entonces? Me jodía.

Estaba seguro que no se trataba de un simple enamoramiento adolescente, lo sabía bien. Yo de verdad amaba a Mária y nunca la iba a olvidar. Nunca amaría a nadie como a ella. Nunca sería feliz si no estaba a su lado.

La necesitaba. Sin ella no había más.

Pasar otro invierno helado, vivir solo siempre, todo eso y más habría merecido la pena para poder verla.

Todos a mi alrededor me preguntaban qué me pasaba y yo sólo respondía: "Todos tenemos una pequeña historia". Pero ellos morían de curiosidad pensando qué clase de historia podría tener para que me dejara llorando por rincones oscuros y me arrebatara la felicidad de un modo tan extremo que hasta el hambre me quitara.

No lo entendían y me daba coraje saber que la gente a mi alrededor que tenía la oportunidad de estar con las personas que querían no lo hicieran por estupidez, orgullo o por ambas. Al contrario que yo, no podía estar con ella porque para entonces, básicamente ella estaba muerta, y desde hacía siglos.

No sabía qué me dolía más, si saber que estaba muerta o saber que yo la había dejado en aquel tiempo a morir.

Así que decidí que correría el resigo de que me quedaran cicatrices en los brazos toda la vida si alguien me encontraba desangrándome. Era algo que estaba dispuesto a aceptar con tal de deshacerme de tanta miseria, desazón y desdén por la vida.

No quería la vida sin Mária.