XXI. Quizás él no la vio

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— ¿Y cómo era la chica? —me preguntó León por enésima vez.

—Ya te lo he dicho, pero nunca me haces caso. No era muy alta... Supongo que para una chica de su edad era alta, pero a mí en realidad me parecía pequeña. Tenía el cabello largo y algo rizado... y unos ojos preciosos. ¡Maldición! ¡No puedo seguir hablando de ella como si estuviera muerta! —grité y accidentalmente llamé la atención de todos.

Hora libre y yo deprimido. ¿Qué podía ser peor? Oh sí, tener que estar forzosamente en la escuela.

—Tranquilo, Demian, todo estará bien —dijo León muy a la ligera—. Ya verás cómo en unos días te olvidas de ella.

—Pero yo no quiero olvidarme de ella —me quejé.

— ¿Y entonces qué harás?

—No sé, tú eres el genio. ¡Dame ideas!

—Pero te has olvidado de que yo sólo he tenido una novia y me botó a los días de empezar.

—Tienes razón. Eres desafortunado. Sin embargo, Crystal y tú se siguen hablando y si te da la gana vas y le pides otro chance. Yo en cambio con Mária... —dejé la frase en el aire—. Estoy triste —suspiré.

—Te ofrecería una vuelta a la máquina, pero está destruida y aún si la arreglásemos, es demasiado riesgoso. Te pude sacar por pura suerte pero...

—Sí, sí —lo interrumpí pues ya sabía lo que iba a decirme—. Sé lo riesgoso que es y no quiero que vivas con la culpa de saber que me mandaste al pasado.

—Deja eso. No hay garantía de que llegues al mismo año que la última vez.

— ¿Por qué me pasa esto? —me aguanté las ganas de gritar.

Era la última hora de la jornada. Nada más desesperante que la última hora, y más si la ponen libre.

Estaba sintiéndome enfermo desde hacía un par de días, pero no quería ir al doctor. Sabía que no me iba a servir de nada. Y de todos modos, ¿qué más daba estar enfermo?

Tan sólo quería que acabara la escuela para ir a natación.

Desde que había vuelto, hacia casi 3 meses, no me dedicaba a otra cosa en las tardes más que irme a nadar. Estar en contacto con el agua me hacía recordar, por alguna extraña razón, su cuerpo.

La quería. Y quería que apagaran la irritante música que sonaba en el celular de alguien al fondo del salón. Me llevé las manos a la cabeza. Me dolía muchísimo.

—Tienes que volver en sí —me dijo león muy seriamente—. No eres el mismo desde que volviste. No sé dónde te escondes en las tardes, porque ni siquiera sales a jugar futbol conmigo y los demás. ¿Y la escuela? ¿Qué hay con la escuela? Estás empezando a reprobar materias y si sigues así te quedarás a repetir 3ero de secundaria. ¿Por qué tanta insistencia con ella? Hay muchas chicas bonitas por ahí. ¿Por qué precisamente ella?

—Suena como si estuvieras celoso de ella—contesté a la defensiva. Desafortunadamente no pude decirlo con el tono correcto debido a que tenía la nariz constipada.

— ¡No estoy celoso de una chavita, idiota! —gritó y de nuevo la vista de 35 alumnos se vinieron sobre nosotros.

—Bravo, León. Una más y nos mandan reportados —dije con sorna.

— ¿Y quién escribirá el hipotético reporte? Por si no lo has notado, estamos solos. No hay maestro y ya nadie se preocupa en esta hora.

—Odio todo esto.

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