IX - Vidrios rotos

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Recordatorio. Para que puedan entender la historia es importante que se fijen en la fecha de cada capítulo, sino pueden confundirse. Saludos C:

19 de Agosto de 2001.

—¿Quién es él? Nunca antes lo había visto—Preguntó el enfermero componiendo una expresión de asco al ver el rostro lleno de heridas de la persona que se encontraba al interior de la habitación sentado en posición fetal en una esquina meciéndose lentamente y con la mirada ida, como si no estuviera realmente ahí.

—Pues acaba de llegar hoy—Dijo la doctora a cargo revisando su ficha médica—Se llama Alexander, tiene veinticuatro años.

—¿Cómo ha terminado así? Con el rostro todo...—No supo cómo describirlo. Quizás fue por la distancia que no supo apreciar los detalles de la obra de arte que Alexander se había dibujado en el rostro con vidrios rotos que él mismo había afilado. En su interior Alexander se sentía feliz, satisfecho consigo mismo, había creado una obra maestra, había hecho que su fea cara dejara de serlo, él era arte, su cara era arte. Las palabras escritas en su rostro eran arte.

—Se autolesiona. Sufre de esquizofrenia y trastornos de personalidad, su familia desesperada lo ha decidido internar—La doctora se quedó un rato pensativa—No lo sé, siento que nos causará uno o dos problemas por lo menos. En fin, tengo que seguir con el trabajo, nos vemos luego Viktor.

Viktor se quedó ahí, se había sentido misteriosamente cautivado por las líneas difusas que habían en el rostro de Alexander, no sabía por qué, era como si trataran de decirle algo, no tardó de darse cuenta en que en lo que estaba pensando era una ridiculez y que debía seguir con su turno, sin embargo, justo antes de irse Alexander levantó su mirada y la clavó en el rostro de Viktor.

¿Han sentido miedo alguna vez? No, no digo cualquier miedo, no hablo del miedo que sienten al ver una araña en el baño cuando se sientan en el inodoro. Les hablo del miedo real, les hablo del miedo que sentirían al ser encerrados en una habitación completamente oscura con cientos de miles de arañas hambrientas, y ustedes, ahí desnudos, desprotegidos y sin poder moverse, sí, sin poder moverse mientras las arañas comienzan a subir por tu piel enterrando sus delgadas patas con cada pisada, primero por tus piernas hasta subir a tus caderas, mordiéndote de cuando en cuando y empezando a tejer telas de arañas en tu cuerpo, porque no importa que suceda, tú destino ya está decidido en esa habitación, imagínense eso, experiméntenlo y quizás podrían sentir levemente el miedo que Viktor sintió cuando Alexander le miró.

Era una mirada vacía, sin vida ni sentimientos, era una mirada que gritaba ayuda desesperadamente, pero que a la vez te advertía que si cometías el estúpido error de meterte en su camino no vacilaría en acabar contigo, pero por sobre todas las cosas era una mirada sin identidad. Sí, una mirada sin identidad, porque en aquellos años el Joven Alexander no sabía realmente quién era. Y no es como la típica pregunta que nos hacemos en aquellos días en que todo nos sale mal y que cuando llegamos a nuestras casas nos preguntamos mirándonos en el espejo, ¿Quién soy?, ¿Qué quiero ser? No, no hablo de esos dilemas de identidad, hablo de una crisis real.

Rastros de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora