XVI - La Locura

44 14 4
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

13 de Junio de 2002

—Pronto se cumplirá un año desde que fue internado—Comentó la doctora Hadley con su acostumbrada tranquilidad.

—Sí, quién lo diría, pareciera que ha mejorado, ¿No? — Preguntó el enfermero Viktor Moya un tanto confuso mientras miraba desde la distancia a un joven Alexander que contemplaba perdidamente el exterior a través de los barrotes de la ventana.

Afuera llovía intensamente, como solía suceder en invierno, y las fuertes gotas que impactaban contra el techo del hospital psiquiátrico tenían en un extraño trance a todos los pacientes del manicomio, era de los días más tranquilos que habían tenido en mucho tiempo.

—No lo sé, es difícil de decidir. Es inteligente y podría estar engañándonos fácilmente, tú eres el que más contacto tienes con él, ten cuidado, ¿Sí?

—No se preocupe doctora, con suerte me habla cuando le voy a dejar su comida y sus medicamentos.

—Sus medicamentos, ¿Se los toma?

—Sí, es decir, siempre se los echa a la boca y toma agua, y se comporta como alguien que toma medicamentos.

La doctora se quedó pensativa unos segundos. Alexander había sido difícil de tratar desde que llegara, y no porqué fuera revoltoso, agresivo o problemático, sino porque todo el tiempo parecía estar en otro lugar y así era difícil saber que pasaba por su atormentada cabeza que provocó que un 19 de Agosto del 2001 llegará con la cara llena de cicatrices y conjurando locuras. Sin embargo un mes después era una persona completamente distinta. Dócil, tranquilo, incluso demostraba una gran inteligencia que a ratos sorprendía a la doctora Hadley. Ella estaba segura, Alexander era un paciente peligroso y no se dejaría engañar por él.

—Quiero que le realices un examen de orina, quiero asegurarme de que se está medicando.

Viktor asintió y comenzó a caminar hacia Alexander. Él era el enfermero que más compartía con Alexander, y no solo porque fuera el encargado de medicarlo y de asegurarse de que no se automutilara, sino también por el hecho de que le parecía muy interesante. Varias noches se habían quedado conversando hasta tarde, claro, nadie del hospital sabía eso, pero tras esas largas conversaciones donde reflexionaban sobre la vida, la sociedad y el sistema Viktor había aprendido que Alexander no estaba loco, o eso creía él, solo era incomprendido. No es que Alexander no estuviera listo para el sistema, el sistema estaba hecho para que gente como él no pudiera encajar.

—Hola Alexander—A pesar de que le conocía hace ya bastante tiempo Viktor seguía sintiéndose inseguro a su lado. Se sentía pequeño, minúsculo, impotente. ¿Admiración?, ¿Miedo?, ¿O simplemente un instinto primario de supervivencia que le aconsejaba alejarse de él? Viktor no lo sabía, y quizás era eso mismo lo que provocaba que se sintiera atraído hacia Alexander.

Rastros de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora